Francia
El sindicalista de origen español convertido en pesadilla de Macron
La movilización cae en la tercera jornada de paros contra la reforma de las pensiones
La peor pesadilla de Emmanuel Macron habla un español perfecto, es hijo y nieto de españoles y tiene fama de duro entre los duros. Philippe Martinez (París, 1961) dirige desde 2015 la Confederación General del Trabajo (CGT), el sindicato más combativo con el Gobierno galo. Ayer, en la tercera jornada de huelga y movilización contra la reforma de las pensiones de Macron, Martínez lanzó un serio aviso al presidente: si persiste en sus planes y no retira la reforma, se expone a un bucle de huelgas «aún más duras, numerosas y continuadas».
Dicen los que lo conocen que no suele ir de farol, y ahora, con la opinión pública a su favor, tiene la sartén por el mango para permitirse órdagos al Elíseo. Martinez, con su característico bigote negro, formaba parte ayer por la tarde de la primera línea de la manifestación que recorrió el centro de París, desde la plaza de la Opera hasta la Bastilla y que reunió a menos gente que en la cita precedente del 31 de enero. 400.000 personas según los sindicatos, un descenso de 100.000 respecto a la segunda jornada. Cifra que el Ministerio del Interior rebajó a 757.000 manifestantes en toda Francia.
Otras ciudades como Marsella o Toulouse también experimentaron descensos de manifestantes, aunque las cifras siguen siendo importantes y en el total de Francia salieron a la calle casi dos millones según los sindicatos, varios cientos de miles menos que en la segunda jornada de hace una semana.
El porcentaje de huelguistas por sectores también fue a la baja. En la empresa nacional de ferrocarriles, la SNCF, buen termómetro, la tasa de huelguistas era del 25%, una caída de once puntos respecto al 31 de enero, lo que podría mostrar una erosión. En el funcionariado la caída de huelguistas también ha sido notable. Un 11% ayer contra el 19,4% previo. Dentro del sindicalismo se quiere priorizar la unidad para dar pasos en el pulso contra Macron aunque Martinez sería partidario de acciones más radicales.
De padres cántabros, Martinez creció en La Petite Espagne, en plena barriada de emigrantes de Saint Denis. Estudió Formación Profesional y a los 21 años empezó a trabajar como técnico de logística en la central de Renault, en Boulogne Billancourt. A los 23 se afilió a la CGT, como antes lo habían hecho sus padres y la gran mayoría de miembros del Partido Comunista, en el que Martinez militó hasta hace 16 años. Ya fue la pesadilla de primeros ministros precedentes como Manuel Valls o Edouard Philippe, y ahora le toca a Elisabeth Borne.
La primera ministra de Macron sigue intentando tejer una aritmética parlamentaria suficiente para aprobar la reforma, ahora que el texto acaba de llegar a la Asamblea Nacional, donde estos días continúa un duro debate con la oposición que ha presentado miles de enmiendas. El Gobierno espera contar con el apoyo de la derecha moderada de Los Republicanos para no verse obligado a activar el botón nuclear del decreto que podría echar aún más gasolina a las calles. En este sentido, Borne ya ha anunciado algunas concesiones como permitir la jubilación a los 63 años para quienes hayan comenzado a trabajar con 20 o 21 años.
El debate en la Asamblea está siendo eléctrico e incluso ayer algunos diputados de la mayoría macronista y de la extrema derecha de Le Pen han denunciado haber recibido cartas amenazantes. Algunos ya han anunciado que acudirán a interponer denuncias.
El presidente francés vive con un ojo puesto en la Asamblea y otro en las calles, como si se tratara de vasos comunicantes. Macron sabe que se juega su legado político en una partida impredecible. El mandatario galo se encuentra bajo presión y en una encrucijada de difícil salida. Si cede, su credibilidad como presidente reformista quedará tocada. Si sigue adelante, se arriesga a que el malestar social marque a fuego el resto de sus días en el Elíseo.
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