Opinión
Los tres días que cambiaron la imagen sobre Putin
Prighozin rompió las reglas y osó contradecir los motivos que llevaron a iniciar la guerra de Ucrania
Tres días de Junio han cambiado para siempre la percepción occidental sobre las estructuras de poder en Rusia. Existía entre nosotros un consenso previo casi general sobre el sistema que Putin empleaba para mantenerse en el poder los más de veinte años que ha estado dirigiendo su país. Las fuentes de donde surgían los apoyos del cada día mas autoritario mandatario eran los oligarcas nacidos al calor del desmembramiento del régimen soviético, los militares y los numerosos organismos de seguridad y espionaje rusos. Pero Putin no unía a sus reclutados partidarios alrededor de un programa u objetivos comunes. Al contrario, los enfrentaba entre ellos por sus prebendas personales, actuando como arbitro supremo de sus disputas. La única cobertura común de todo este limitado grupo de recelosos partidarios era un cierto nacionalismo radical y, como siempre con esta ideología, reivindicativo. Si alguno de estas personas flaqueaba en su apoyo, su fin era inmediato y violento.
Súbitamente, el viernes 24, uno de los jugadores principales, Prigozhin, rompe las reglas del juego, se apodera de la sede del gobierno militar de Rostov del Don –capital del suroeste de Rusia– e inicia una trágico cómica marcha armada hacia Moscú con los mercenarios del grupo Wagner del que es el amo. Si grave es lo que hace, mas grave es aún lo que dice. A los tradicionales insultos al ministro de Defensa Shoigu y al jefe de las Fuerzas Armadas rusas Guerasimov, esta vez añade su opinión de que la guerra de Ucrania no se originó por ningún peligro de genocidio o maltrato a las minorías ruso parlantes ucranianas, sino por ambiciones personales de otros prebostes del régimen, entre los que se intuye están principalmente algunos militares. No es pues esta uno de sus habituales arremetidas contra la jerarquía militar, sino que ataca directamente el racional de jefe supremo para iniciar la carnicería ucraniana.
Las acciones y manifestaciones de Prigozhin suponen, por lo tanto, un intento de desestabilización grave del régimen de Putin. Pero tan súbitamente como había comenzado esta crisis, se calma, con la participación estelar del Lukashenko, dictador de la vecina Bielorrusia. Este personaje había evolucionado de equilibrista entre rusos y occidentales en los comienzos de su carrera, hasta convertirse en un títere de Putin, con escasa relevancia en los asuntos serios. El que recientemente se haya desplegado armamento nuclear táctico ruso en suelo bielorruso sólo supone una servidumbre para Lukashenko, que no tiene control operativo sobre el mismo, pero puede, en cambio, verse envuelto en todo tipo de represalias occidentales.
Y de repente este personaje se convierte en el «salvador» de Rusia al negociar nada menos un acuerdo que ¡en dos días! pone fin a la más grave crisis reciente a la que se ha enfrentado este enorme país ¿Pero no decíamos antes que no tenia poder real? ¿Que garantías puede ofrecer este señor de que el trato se cumpla? Los tres protagonistas de esta crisis se han comportado pues de una manera completamente diferente a como suponía la inteligencia occidental: Putin sin tomar venganza y aceptando un compromiso ante un grave desafió a su poder personal; Prigozhin haciendo solo amagos violentos y aceptando dudosas garantías sobre que va seguir con vida; y Lukashenko demostrando una capacidad y prestigio del que se suponía carecía.
¿Como puede afectar todo esto al enfrentamiento ucraniano y mas ampliamente al que se esta produciendo entre rusos y occidentales? En general, el debilitamiento del régimen de Putin es favorable a nuestros intereses aunque no deje de arrastrar también facetas negativas. La guerra de independencia de Ucrania está unos puntos más cerca de ser ganada no sólo por la aparente retirada de la combativa y salvaje milicia de los Wagner, sino también por la correspondiente desmoralización de mandos y tropas regulares rusas que sin duda deben estar contemplando con desmayo los enfrentamientos en su retaguardia nacional. Inversamente, la moral de Zelenski y sus soldados habrá experimentado una descarga de adrenalina con todo este drama en Moscú y alrededores. Para la Administración Biden y en el Consejo Atlántico, el asunto siempre presente de la preocupación por el control del armamento nuclear ruso en tiempo de crisis habrá subido unas décimas, pero si la historia es maestra, cabe esperar que el riesgo se mantenga siempre en niveles aceptables. No es esta la primera crisis que hemos sufrido y nunca se ha llegado a utilizar este tipo de armamento. Una cosa son las amenazas y bravatas verbales y otra un holocausto mutuo y asegurado. Ser rebelde no significa ser tonto.
Sin embargo, yo recomendaría seguir con mucha atención todo lo que vaya a suceder próximamente en Bielorrusia y especialmente la salud de Prigozhin y el grado de control sobre su grupo Wagner. Hay muchas facetas desconocidas a día de hoy en esta vertiginosa crisis que aconsejan prudencia antes de alegrarnos con el debilitamiento de nuestro adversario principal.
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