Videollamadas
¿Estás cansado de tanta videollamada? Lo tuyo tiene nombre
La fatiga del zoom es un síndrome de cansancio psicológico que hace que estemos más estresados cuando trabajamos.
Para muchos españoles trabajar desde casa era un sueño. Hace un año nos lamentábamos de la dificultad para conciliar los ritmos familiares con los profesionales. Y tuvo que venir una emergencia sanitaria como el coronavirus para darnos en la frente con la realidad de si quieres arroz, toma dos tazas.
Hay día de hoy, el tele trabajo es una práctica muy extendida y muchos han caído bajo sus redes viendo ahora consecuencias que nadie había previsto: trabajamos más horas, no separamos los espacios de ocio de los de trabajo y la necesidad de estar siempre operativo empieza a acarrear importantes secuelas psicológicas.
Además del distanciamiento, las continuas noticias sobre cepas y rebrotes, al cansancio mental se une también el estrés que provocan las videollamadas. Lo que en un principio nos pareció una panacea (poder hablar con tu jefe o compañeros o dar clase desde casa), se ha convertido en un cansancio perenne de empalmar una reunión con otra y pasarte los días sentado frente a la cámara del ordenador.
No es de extrañar que cada vez aguantemos menos reuniones de muchos minutos, ni siquiera cuando (en un vano intento de relajarnos) tengamos opciones de insertar emoticonos o poner un fondo que simule que estamos en una playa paradisíaca. Esta sensación de agotamiento se ha denominado fatiga de zoom y ahora se empiezan a conocer sus implicaciones psicológicas.
Características de la fatiga de zoom
Nuestro cerebro empieza a sufrir las consecuencias de no ver más que la cabeza de nuestros interlocutores, no poder comprender el lenguaje no verbal y el estrés que supone el estarnos viendo a nosotros mismos.
¿Te imaginas vivir pegado a un espejo? Nos pasaríamos el día juzgando nuestra postura, nuestra mirada, nuestra manera de sentarnos o movernos… pues así se siente tu cerebro con la exposición antinatural y excesiva de las video conferencias. Inconscientemente, no podemos parar de emitir juicios de valor de nuestra “carcasa”, porque lo que el estrés es el doble del que sería si tan solo nos centrásemos en el mensaje, como pasa en la comunicación verbal. Si la preocupación por la imagen se vuelve obsesiva, se puede caer en una condición psicológica llamada dismorfia en la que la gente se centra tanto en sus supuestos defectos o apariencia exterior que sufre ante la mera idea de tener que enfrentarse a un zoom. Y es que sí, la autoevaluación puede ser estresante, y es lo que sucede con las llamadas con vídeo. Esta fatiga podría contrarrestrarse realizando reuniones solo de audio, sin vídeo, y sin embargo muchas empresas son reacias a prescindir de la imagen, aunque se trate tan solo de exponer un power point.
Por otra parte, en algunos trabajaos asumen más reuniones telemáticas de las que se harían en la realidad (no hay desplazamientos físicos, no hay tráfico, se solventan mejor las diferencias horarias), lo que hace que la preparación previa de esta reunión aumente nuestra fatiga, estrés, y horas de cansancio acumulados frente al ordenador.
Además, mantener bajo control una videoconferencia hace que tengamos que hacer un mayor esfuerzo cognitivo para saber si nuestro mensaje llega a todos los interlocutores. En la interacción personal, cara a cara, estamos acostumbrados a evaluar los gestos del resto de personas, es algo instintivo: alguien que cruza los brazos, que bosteza, que estira las piernas… con las videollamadas nuestro cerebro tiene que descifrar y adivinar este tipo de señales.
Generalmente la cámara enfoca nuestra cara y por el camino perdemos los movimientos corporales y de manos que ayudan a reforzar la comunicación. Estar hablando para veinte caritas fijas no ayuda a saber si nuestra exposición interesa o está equivocada.
Así que si al final de la jornada tienes estrés o cansancio psicológico, elige leer un libro antes que ver una serie de Netflix: tú también necesitas recargar las baterías, sí, pero lejos de la pantalla de un ordenador.
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