Entrevista
Aura Garrido y Mario Casas: culpables en el inocente
Nada es lo que parece. Y no, no es producto del azar. O tal vez sí. Da igual… Mario Casas y Aura Garrido se han dejado arrastrar por la trama de su nueva serie para Netflix.
¿No lo vas a hacer tú? Hablamos con los protagonistas de unos de esos thrillers que te pegan con superglue al sofá, El inocente.
Que la vida pueda cambiar de la noche a la mañana creo que es algo que todos estamos calvos de saber. Que no hacía falta que una nave nodriza se posara sobre el Capitolio y los hombrecitos verdes nos dejaran con un rayo láser más tiesos que un pollito al ast. Bastaba con un virus de un ¿pangolín? A saber… El caso, que la serie El inocente va de eso. Va de la vida precovid. De cuando todo se truncaba por azares de la vida. Pero azares visibles, tangibles, de los que salían en los telediarios o con los que te enganchabas viendo una peli de Harrison Ford. Por ejemplo, 1, 2, 3 responda otra vez: que un día, cuando eres un veinteañero y la sangre se te sube con facilidad a la “cabecha como la chevecha”, te metes en una pelea para interceder entre las partes y, un mal gesto, un mal golpe, una mala caída y ¡zasca!, de repente te has cargado a un pavo desconocido sin darte cuenta. Pero ¿y si no fue todo tan de repente?¿Y si el mal golpe no lo diste de una manera tan fortuita? ¿Y si, quizás, ese pavo desconocido no lo era tanto y te lo cargaste con premeditación y alevosía? Mmmm. Sea como fuere, te meten en la cárcel y nueve años después, recomenzando tu vida, tooooodo se vuelve a trastocar por una llamada de teléfono. Y no, no os he contado toda la trama de la serie. Básicamente, porque la trama no hay por dónde cogerla. Quiero decir, que la trama cambia cada minuto. En ese juego de claroscuros, de capas y más capas, de arenas movedizas, de buenos que no lo son tanto y de malos que lo parecen pero luego son cachos de pan porque a fin de cuentas, qué es ser bueno y qué es ser malo, ahí, nos encontramos a dos guapos muy guapos. Tan guapos que eso sí que ya parece increíble. El goyificado Mario Casas y la siempre perfecta y misteriosa Aura Garrido (ay, si Hitchcock la hubiera conocido…), dos actores con una capacidad única (que, quizás, da una osamenta bellamente privilegiada o un control máximo de su expresión corporal) para parecer demoniacos o angelicales con la misma rapidez de un batir de pestañas. Normal que Oriol Paulo (El contratiempo, Durante la tormenta) eche mano de ellos para construir sus pesadillas tan plácidamente lacerantes y que, como era de esperar, se hayan ganado el ok para adaptar la novela de uno de los magos del misterio contemporáneos, Harlan Coben. En Netflix, a finales de abril.
“Creo que tiene que ver con las capas de los personajes”, responde Aura Garrido cuando le cuentas la progresión geométrica de tus sensaciones viendo la serie. Cómo tu enganche crece tan exponencialmente como tu dificultad para saber qué está pasando. “Es que en la vida tampoco puedes estar seguro de que lo que es es, ¿no? En cualquier momento, todo puede cambiar. Nosotros mismos. De hecho, todos somos una cosa pero en relación a otras muchas. Al día en que estamos, a lo que estamos haciendo, a con quién estamos… Somos muy poliédricos. No somos de una sola manera, somos de muchas, y además, todas van evolucionando”. De hecho, Mario Casas pone el acento en el reto que le supuso a él mostrar todas esas dualidades –como poco– de la personalidad de su personaje en un arco de nueve años, para más inri. O sea, de cuando se produce el homicidio a cuando ya intenta retomar su vida.
“Como actor era muy interesante. El punto de partida detona nueve años a cuando sucede la acción. Estoy con mi hermano, me veo sumergido en una pelea, mato a un chico y, nueve años después, cuando ya vuelvo a rehacer mi vida, cuando quiero comenzar de cero, todo da un giro de 180 grados. Eso ya es apasionante. Pero para construir mi personaje, debía hacerlo desde la evolución. Con 24 años y con la edad que tengo yo ahora. El espectador me tenía que ver crecer. Del pasado al presente, un viaje que tenía que contar en todos los sentidos, desde lo físico a lo emocional”. Un recorrido, cuenta el gallego, inexplorado en su carrera. “Oriol y yo construimos a Mateo desde cero. El punto de partida fue el guion, no referentes, no otros personajes… Crear a partir de cero. De hecho, este trabajo no tiene nada que ver con lo último que he hecho. Ni con No matarás. Está colocado en otro sitio”.
Que ya es porque Mario Casas, nuevo lo que se dice nuevo en el cine no lo es. Hacemos esta entrevista muy pocos días después de haber recibido el Goya al mejor actor. Que ha sido ser candidato y besar el Santo. Otra cosa es que nos costara la vida la nominación… “No me esperaba ganar, de verdad…”, repite, aunque como es actor, no te lo crees mucho... “Además, compartiendo candidatura con otros actores enormes y maravillosos… Cuesta hacerse a la idea de que seas tú… Así que, el Goya vino bastante de sorpresa, no te creas”. Y fue algo inolvidable. “Claaaro. Es algo que recordaré siempre, pero además, por lo diferente que fue. Uno se imagina que no estar en la gala, no vivirlo de manera presencial, va a hacer que todo sea raro y confuso pero… fue distinto y bonito, porque estás con tu familia, con tu gente, que son con quienes quieres compartir tu premio cuando te lo dan en una gala, pero de repente, te das cuenta de que así es, que de primeras es con ellos con quienes estás y quienes te arropan. Fue muy especial recibir el Goya junto con los míos”. ¿La celebración se alargó? “No mucho más… unos vinos y unas charlas después y nos fuimos a la cama”.
Como en No matarás,El inocente también va de eso, de segundas oportunidades que, oye, que si van a ser así, mejor que no te las den. Aura Garrido interpreta a Olivia, la amante esposa de Mateo, es decir, Mario Casas. La novia que se vio separada del amor de su vida por el asesinato y la prisión. El problema es saber si pasó ese tiempo tejiendo y descosiendo una manta como la Penélope de Ulises o si se la compró en Zara y a otra cosa mariposa o si, en realidad, no tejía una manta sino una buena soga para ahogar a su chico. “Creo que las segundas oportunidades se basan en el perdón. También en perdonarte a ti misma. Si tú no te das el perdón tampoco los demás te pueden perdonar. ¿Cómo puedes enfrentarte a una vida nueva si no has resuelto la anterior?”, te interpela esta actriz de intensa mirada azul que, cuando se frunce, empiezas a buscar una salida de emergencia. Solo te relajas cuando sonríe. ¿Esto fue también lo que te enamoró de tu personaje? “¿Te imaginas que te digo que no?”, responde entre risas. “Eso y muchas cosas que no te puedo contar. Olivia, para una actriz, es muy muy guay. Y un reto. Lo que pasa es que yo con Oriol (Paulo) me abandono al completo. Con él voy a ciegas a donde sea sin importarme. Sé que él ya lo tiene todo pensado. Tiene una mente privilegiada. Cualquier detalle lo tiene memorizado. Todo está controlado. Todo está en su cabeza. Solo él puede ser capaz de sacar adelante una historia tan compleja”.
Porque El inocente es como una ecuación matemática donde hay más letras que números y una maldita x que, además, no es la única incógnita. Lo que pasa es que Aura y Mario cuentan que hacían trampa. A ver, que contaban además de con Oriol, con hilo directo con el escritor de la novela en la que se basa la serie, con Harlan Coben. Este neoyorquino con especial apetencia por reinterpretar esos grandes acontecimientos irresueltos del pasado e investigar en los vértices de la amoralidad estuvo, cuentan, superimplicado en la serie desde el primer momento. Y qué decir, que desde ese mismo instante, ambos tuvieron su bendición, que, por cierto, fue un buen pressing.
“Yo le conocí en una cena en Barcelona… Y, uno, a ver, siempre tiene nervios porque vas a ser tú la cara de su personaje, pero vi que era un tío, aparte de maravilloso, que estaba deseando involucrarse… De hecho, ha estado constantemente metido en la historia, deseando ver las primeras imágenes, ver el tono… No sé si había visto ya algún trabajo mío, pero en seguida me vio como su Mat. No sé si fue por mi manera de ser, por mi esencia, pero sí, lo dijo: veo en Mario a Mat”. “El otro día, nos intercambiamos unos mails –cuenta Aura– y me dijo que se alegraba muchísimo de que coincidiéramos en lo que pensábamos sobre Olivia… Porque Harlan es un señor entrañable, majísimo, que va muy a tope contigo, genuino, pero no te voy a negar que da mucho susto. Da mucho susto transformarse en el personaje de un libro que se convierte en serie o en película. Por un lado, porque tienes que corresponder a lo que el escritor escribió en su momento y segundo, por los lectores. Cuando lees, te imaginas algo que por mucho que tú quieras, como actriz, jamás vas a estar a la altura. La imaginación siempre es más poderosa. Así que sí, si logras aceptar esa presión (risas) ya puedes ponerte a trabajar”.
Ya, ya, y os va a parecer una obviedad como lectores lo siguiente: que han trabajado juntos como la seda. Aha. Pero en realidad, ambos se profieren tal cantidad de elogios y tan sinceros que no tienes por más que creerlos… Más allá que, con el diente afilado, quieras sugerir algo más. Chi lo sa? Para Aura, trabajar con Mario ha sido “maravilloso”. Y por dos veces, cuenta que el protagonista de La Mula es la persona con la mayor capacidad de trabajo y la mayor disciplina que jamás haya visto en su vida. “Le admiro infinito. Súper buen compañero. Me he apoyado muchísimo en él. He disfrutado trabajando con él y viéndolo trabajar. Se entrega un 200%. Lo da todo. Absolutamente todo. Es una pasada. Ver cómo investiga y cómo descubre cosas constantemente es muy guay”. Y ¿Mario de Aura? “¿Aura? Aura es un amor. Es una actriz enorme. Excelente. Todo me lo hacía fácil. Ha sido un placer para mí. Y trabaja muchísimo… Pero lo mejor, conocerla personalmente porque es maravillosa”. Maravillosos al cuadrado. Y me declaro culpable si de aquí surge algo más.
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