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El maestro yogui de Rodrigo Rato: «Le ha costado 30 años aprender a pedir perdón»

Ramiro Calle, pionero del yoga en España y profesor de meditación del ex vicepresidente durante tres décadas, se sincera tras verle entrar en la madrileña prisión de Soto del Real

Ramiro Calle recuerda el día en que Rato se enteró de que no sería el sucesor de Aznar: «Estábamos los dos en calzoncillos en el centro de yoga. Estaba abatido. Yo le respondí que no hay mal que por bien no venga»
Ramiro Calle recuerda el día en que Rato se enteró de que no sería el sucesor de Aznar: «Estábamos los dos en calzoncillos en el centro de yoga. Estaba abatido. Yo le respondí que no hay mal que por bien no venga»larazon

Ramiro Calle, pionero del yoga en España y profesor de meditación del ex vicepresidente durante tres décadas, se sincera tras ver entrar en la madrileña prisión de Soto del Real a Rodrigo Rato.

«Hay una parábola que siempre he relatado en mis clases. Cuenta la historia de un mono que mete la pata en el barro y, para sacarla, mete la otra, y para liberarse de esa segunda pata, mete la tercera, y para salir, acaba hundiendo la cuarta. A él le pasó eso. Fue entrando en un bucle del que no pudo o no supo salir. Y eso a los 69 años... Con lo feliz que podía ser ahora!». Cuando Ramiro Calle (Madrid, 1943) rememora este cuento con moraleja, su discípulo lleva ya cinco días en la madrileña prisión de Soto del Real, donde está sentenciado por el Tribunal Supremo a pasar una buena temporada, por apropiación indebida en el caso de las «tarjetas Black» de Caja Madrid. El mago de las finanzas de Aznar, ex vicepresidente, ex director gerente del FMI y al que Emilio Botín bautizaría como «el mejor ministro de economía de la democracia» se instalaba el pasado 25 de octubre entre los muros que también albergan a Luis Bárcenas. Pero Rato rogaba clemencia: «Pido perdón a la sociedad y a las personas que se hayan podido sentir decepcionadas o afectadas».

Pocos esperaban al albur del presidio que el ex todopoderoso súper ministro entonara una llamada a la misericordia. Solo él, su maestro desde hace tres décadas, halla la respuesta: «Siempre era un poco distante. Nunca antes se había disculpado. La compasión, la generosidad, de los que tanto hemos hablado... Al final, todo lo que trabajamos le ha servido. Le ha costado 30 años aprender a pedir perdón».

Cuentan que Rodrigo Rato (Madrid, 1949) se inició en las filosofías orientales recién licenciado en Derecho y mientras estudiaba en la universidad de Berkeley (California) uno de esos máster que abrían las puertas a las élites millonarias y que ahora arrancan los informativos, con sospechas de regalo o cohecho. A su regreso a España, se dejaba seducir por la política, y en 1982, con apenas 32 años, ya tenía su escaño en las filas de Alianza Popular Popular, antecedente del PP.

Ramiro, pionero del yoga desde 1971 y con más de medio millón de alumnos en su centro madrileño Shadak, recuerda así su debut en la espiritualidad: «Él acudió a nosotros interesado en las técnicas de concentración, del control mental y la meditación. Le di sesiones privadas y luego ha venido al centro como uno más. Tenía mucho interés, porque él lo utilizaba para evitar el estrés». El maestro de Rato, que también ha tenido entre sus fieles a la Reina Sofía o a estrellas del fútbol, como Guti, sigue haciendo memoria con una mezcla de nostalgia y amargura: «Hemos pasado mucho juntos. El día que se enteró de que no le nombraban sucesor de Aznar, allá por 2003, estábamos los dos en calzoncillos en el centro Le llamaron por teléfono y cuando colgó me dijo: “No”. Estaba abatido. Yo le respondí: “No hay mal que por bien no venga, Rodrigo». Ramiro, autor de más de cien libros de yoga, continua: «Él siempre se cambió en el vestuario colectivo, siempre ha sido uno más. Siempre se ha mostrado cercano, sencillo... Para mí ha sido igual que los otros quinientos mil alumnos que he tenido».

Recuerda con especial cariño su regreso de Washington, en 2007, tras tres años al frente del FMI (Fondo Monetario Internacional): «Su primer acto al volver fue la presentación de mi libro ˝Ingeniería emocional”, en un hotel del lujo de la Castellana. Él había escrito el prólogo. Dijo: "Ramiro es un maestro real". La verdad es que a lo largo de más de tres décadas le he dado infinidad de técnicas de dominio mental y todo tipo de enseñanzas de sabiduría oriental».

En 2010, Caja Madrid, un banco acribillado por la crisis, reclutaba al gran general de las finanzas con una minuta anual de 2,3 millones de euros. Antes de verle al frente de este coloso financiero, su preceptor le advirtió: «Le dije que lo dejara todo, que se apartara. “Dedícate a estudiar, a dar conferencias..”. Él me respondía: “Estoy acomodado”. Se lo pedí varias veces. Si me hubiera hecho caso... Pero se ofuscó. Ahora no estaría en la cárcel». Ramiro desahoga su decepción «porque nunca le podré decir que me parece bien, no disculpo lo que ha hecho» y añade compasión: «He pensado mucho en sus hijos, en Gela, su ex mujer, que también ha dado clases conmigo, en el embolado en el que los ha metido. Habiendo tenido a su padre y a su hermano en la cárcel, cómo se le ocurre, ha repetido el patrón. Ha caído, pero no soy nadie para juzgarle».

Su matrimonio espiritual con Calle se debilitó hace un par de años, ya desposado de segundas con la periodista Alicia González, 22 años menor que él. «Rodrigo quería seguir viniendo al centro tras saltar el escándalo pero le sugerí que era mejor que no regresara. Era muy doloroso para todos. Tenía miedo que alguien le increpara». Sin embargo, el fútil destino les unió hace unos meses: «Me lo encontré en la puerta de la escuela. Me dijo: “Vengo de estar con mis asesores jurídicos”. Entonces, me desahogué: “Rodrigo, perdona –le dije-, pero te lo tengo que preguntar. Necesito saber por qué, cuál era la razón de haber hecho lo que has hecho, porque ésa la pregunta que me hacen todos. Qué necesidad tenías?”. Él se quedó pensando y con valentía me contestó: “Ego”. “Si era lo que más hablábamos en clase? El ego es el peor falsario. Cómo has caído ahí?”. No supo que responder. Todos los maestros dicen que el ego más rascacielos que hay es el de los políticos. Rodrigo se centró en el control mental, para dormir mejor, y se olvidó de lo demás, de ayudar al prójimo, de la compasión... De lo más importante».

En este punto, la adiestrada mente de Ramiro regresa sin querer a la explanada de la cárcel de Soto del Real «porque verle caminar con sus dos bolsas es como una película». Y continúa, resignado: «Ha pasado de ser un héroe a ser un villano. Estoy disgustado pero me tranquiliza que nuestras prácticas le hayan aportado más fortaleza. Si no, fíjense en Miguel Blesa, lo que hizo». Y concluye: «Espero que en prisión siga leyendo y haciendo meditación. Y así, a ver si se corrige. Será una cura de humildad».