Beatriz Carvajal

Buscan recuperar el «Un, dos, tres»

Chicho Ibáñez junto a las azafatas y la mascota del programa, doña Ruperta
Chicho Ibáñez junto a las azafatas y la mascota del programa, doña Rupertalarazon

Cuarenta y dos años después trabajan para relanzar el que durante 12 años fue un programa imbatible de nuestra tele grande, pero no libre. «Un, dos, tres» tuvo astronómicas audiencias de hasta 24 millones de espectadores, sólo había un canal –la entonces invicta TVE–, y cada semana batía sus propios récords. Verlo se volvió una costumbre que pasó de padres a hijos. Animó hasta a tres generaciones, primero presentado por Kiko Ledgard, que lo lanzó a la fama tras sus éxitos peruanos. Chicho Ibáñez lo llamó, confiándole la nueva experiencia que se mantuvo durante 12 años. Tras un accidente que le causó la muerte, lo sustituyó Mayra Gómez Kemp. Era como las rubias de Hitchock: mantenía el suspense hasta el último minuto. «Fue lo que Chicho nos inculcó, era vital no dar ninguna pista», me dice Mayra.

La Ruperta se hizo famosa y todavía venden sus copias «in memorian» de aquel programa legendario que de tres horas pasó a noventa minutos. Mayra lo recuerda: «Me mostré disconforme, pero Chicho se mantuvo firme. El tiempo le dio la razón, era muy sabio y acortándolo acrecentaba su impacto». Fue cantera de humoristas. Bigote salió de ahí –lo recuerdo cómico con una melenita pelirroja–, igual que Arévalo, de la misma camada, Beatriz Carvajal, que por eso dejó el teatro, la aún espléndida María Abradelo, La Bombi y un Raúl Sénder jubilado voluntariamente. Entre las azafatas disimuladas tras enormes gafotas salieron desde Victoria Abril, hoy nuestra gran actriz del cine internacional, hasta Ángela Molina, Penélope y Silvia Marsó. «Chicho olía el talento», exaltó una Mayra eternamente agradecida de aquel tiempo tan feliz recuperado por la Campos en una tarde histórica. Se contó que el realizador, también espléndido comediógrafo y actor, resultó un ingenuo intérprete de «Aprobado en inocencia», un éxito de la época. Dejó el teatro por la tele. «Acertó», remarcó Manolo Royo, que como la Carvajal se caló la boina para hacer de gallego, aragonés o catalán. «La Loli me dio éxito nacional, fue mi personaje favorito. Tartamudeaba y popularizó el latiguillo de “todo va bien”», señaló Carvajal: «Bigote nunca se aprendía el guión, le encantaba improvisar y cuando ponía la pierna sobre mi mesa, yo sabía que era pidiendo auxilio. Ante su pierna, yo le daba el pie».

Aseguraron a coro que Mayra se sabía el texto de todos. Siempre estaba al quite. Kiko y Mayra fueron los presentadores más emblemáticos y Paloma, Teresa y Fernanda Hurtado «las tacañonas» herederas de don Cicuta, para el que en principio Chicho pensó en Lina Morgan. No pactaron porque ella ya era reina de los musicales. «Las Hurtado fuimos elegidas porque no funcionaron Martes y Trece, que entonces aún eran un trío. Hicimos 246 programas», me comentaron por teléfono, ausentes de Madrid por el puentazo. Gemelas, buenas herederas de la señorial Mary Carrillo, nuestra mejor actriz en mucho tiempo: lo mismo ponía de pie con «La alondra», encarnando a Juana de Arco, que desternillaba en «La mamma».

«Estamos trabajando en el pronto relanzamiento. Papá siempre está ahí y nos anima», me dijo su hijo Alejandro Ibánez, que no se perdía los rodajes que fueron «el juego de mi niñez. Mantendremos su esencia, pero modernizándola». «Un, dos, tres» empieza otra vez.