Málaga

Pan y ginebra

Si la nacionalidad se midiese en la afición a un determinado trago, podría afirmarse que Manuel Alcántara fue el primer residente británico en la Costa del Sol, tal fue la devoción que le profesó durante toda su (larga) vida al dry martini. Ha muerto en su casa de Málaga, con 91 años, aquél a quien todos llamaban «Manolo» porque los tratamientos de respeto casan mal con el ejercicio del periodismo que este titán cultivó hasta el día de su último cumpleaños, cuando publicó su última columna: «El día que no vea mi nombre en el periódico pensaré que habrá pasado algo». Antes que columnista, género en el que alcanzó un reconocido magisterio, Alcántara fue poeta y cronista deportivo, sobre todo de boxeo, afición que abandonó de sopetón cuando cubrió la muerte sobre el ring de un aspirante a campeón que se había calzado los guantes más para sacar a su familia de la miseria que por su talento pugilístico. Su última, e inmensa, contribución al oficio ha sido la creación de un certamen de periodismo deportivo que pretende reivindicar la calidad literaria de lo que se lee entre requiebros de Leo Messi y zarpazos de Rafa Nadal. Por supuesto, lo dotó económicamente de forma generosa porque una de sus obsesiones fue siempre lo que costaba en este mundillo «ganarse el pan y la ginebra», dos bienes de primera necesidad sin los que ningún ser humano puede vivir dignamente. En las redacciones de «Sur» o de «La Voz de Cádiz», últimos diarios andaluces en los que escribió, reinaba ayer la incredulidad por lo que tardaba en llegar su obituario, que siempre sospecharon íntimamente que enviaría él mismo, con la puntualidad acostumbrada, incluso desde el otro barrio. «Es la primera vez que le tenemos que ‘tapar’ el espacio reservado para su texto». Deja varias decenas de miles de (lectores) huérfanos.