Administración Pública

Quizá en otros dos siglos

Las hazañas de un vecino que se ha visto obligado a cambiar de casa vienen a recordar la sentencia del «vuelva usted mañana» que legó para la posteridad Mariano José de Larra. Camino de los dos siglos desde aquella sentencia, aún hay quien tiene que escuchar, aunque fastidie, aquel soniquete. El más reciente ejemplo, me cuenta el camarada, ha tenido que ver con la luz, una empresa que la suministra por concesión. Ha sucedido lo de siempre, la operación de un simple cambio de titularidad se hace tan temible en esta zona del planeta como una sesión de dentista. Por muy examinada que esté la lista de requisitos, la empresa estará esperando impenitentemente al sufrido usuario con la dichosa advertencia. Falta ese papel o tal dato. «Pues vuelva usted mañana», le dicen. La frustración, en ciertos casos, no deriva del posible descuido, a menudo comprensible, sino de la inepcia de una compañía incapaz de ofrecer un servicio acorde al tiempo. Todo lo contrario: ya sea durante el cambio de titularidad de un suministro o del proceso de una gestión administrativa, el obstáculo y el desplante se convierten en fenómeno recurrente. Y es como ver crecer la hierba. Aunque detrás de la ventanilla hay siempre un potencial empleado del mes, no resulta complicado encontrarse a su antítesis más redicha. Por lo general, el Gólgota está al otro lado del teléfono. Por eso el vecino refiere ademanes de bestia rabiosa y homenajes al rebuzno del quinquenio. Los políticos engrandecen sus bocas con mensajes dignas de mausoleos, cuando lo que realmente es urgente en este trocito de la Tierra es el correcto funcionamiento del día a día. Habrá que volver mañana. O en otros dos siglos, quizá entonces haya cambiado.