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El Macba muestra lo mejor de Christian Marclay

La exposición “Composiciones” reúne sus últimas instalaciones audiovisuales y alguno de sus primeros trabajos

Una de las instalaciones de Christian Marclay en el Macba
Una de las instalaciones de Christian Marclay en el Macbalarazon

La exposición “Composiciones” reúne sus últimas instalaciones audiovisuales y alguno de sus primeros trabajos

Sandra Destombe llegaba tarde a trabajar, pero no tenía prisa. ¿Para qué? No le pagaban lo suficiente. En ese momento, tenía una melodía en la cabeza, pero no sabía reconocerla, lo que le daba una rabia terrible. Empezó a silbar, caminando cada vez más lento, para ver si así podía adivinar cuál era. No podía. Y era extraño, porque sabía que la había escuchado miles de veces, y que le gustaba, y que algo tenía que significar para ella, porque se ponía melancólica al oírla, pero no sabía por qué. ”¡Eh, conoces al artista suizoamericano Christian Marclay!”, oyó que alguien decía a su espalda y se giró para ver quién era. Y entonces empezó a ponerse muy, muy nerviosa, porque conocía a aquella persona, la había visto miles de veces, y le caía bien y notaba que sentía un fuerte cariño hacia ella, pero nada, no le venía un nombre a la cabeza.

“¿Nos conocemos?”, preguntó Sandra con timidez, porque estaba convencida de que se conocían y sentía no poder recordar quién era. “Sandra, por favor, soy el primo de Raquel”, dijo aquel hombre que parecía vivir escondido entre tinieblas para ella. Y aquí Sandra volvió a ponerse nerviosa porque sabía que conocía a alguien llamado Raquel, pero no recordaba de qué, y por algún extraño motivo sabía que tenía un primo que era la monda, pero tampoco recordaba por qué. El chico reconoció por la cara de boba que puso Sandra que aquello no le decía nada y añadió: “Soy Pedro Salinas”. “¿El poeta?”, preguntó Sandra asustada. “No, el artista conceptual”, contestó Pedro, pero Sandra no sabía si aquello era una broma, pero lo parecía, y se rió y luego se rió más y luego se olvidó por qué se estaba riendo y paró. “¿Te encuentras bien, Sandra?”, le preguntó entonces Pedro. “Sí, sí”, contestó ella. “Sólo que llego tarde al trabajo”, dijo. “Ah, lo entiendo. Siento haberte entretenido”, dijo amable el chico y de pronto Sandra se acordó de que en su trabajo le pagaban una miseria y que no tenía ninguna prisa, pero que no se acordaba de dónde tenía que ir ni cuál era su trabajo.

Esto la asustó mucho y por acto reflejo empezó a silbar otra vez aquella melodía que no se le marchaba de la cabeza y que parecía haber ocupado todo su cerebro, hasta el punto de haberle obligado a olvidar todo lo demás. “¡Sí que conoces a Christian Marclay!”, exclamó Pedro y de pronto lo recordó. Sí que conocía a Marclay, había oído aquella melodía en una de sus instalaciones, por lo que sí que había ido al Macba, porque ella trabajaba allí, y miró al chico que tenía delante y sí, era Pedro Salinas, el primo de su amiga Raquel, un artista conceptual que siempre le daba la murga con tal y cual artista, como si le importase su opinión, y eso le gustaba, aunque el chico no supiese que era la guarda de seguridad y nadie le preguntaba nunca su opinión sobre arte. ¿Cuál era su opinión sobre Christian Marclay? “Es una maravilla”, le dijo a Pedro y decidió entonces que correría al trabajo, que sí que era importante. “Adiós, Pedro Salinas, eres la monda”, gritó cuando se marchó corriendo.

El artista suizonorteamericano Christian Marclay presenta hasta el 24 de septiembre una muestra de su trabajo que incluye vídeo, escultura, grabación sonora y performance, así como obras textuales, partituras gráficas y collages. Bajo el título “Composiciones”, el artista presenta algunas de sus instalaciones audiovisuales más recientes, junto con una selección de piezas más tempranas. “No es una retrospectiva en sentido estricto, pero sí ofrece una lectura de sus obras a través de sus composiciones y una selección de sus obras sonoras”, comenta la comisaria de la exposición, Tanya Barson.

Entre los diferentes trabajos que se podrán ver destaca la instalación interactiva “Chalkboard” (2010) que invita al público a escribir en una pizarra con pentagramas a escala arquitectónica una partitura que posteriormente será interpretada por músicos, aproximadamente una vez al mes, mientras dure la exposición. “No hay instrucciones para el público”, subraya el artista, quien en otras exposiciones de “Chalkboard” ha podido observar lo que hace la gente con las pizarras, “desde niños que garabatean, o músicos y compositores que plasman sus notas en la partitura. Resulta interesante ver que cualquier marca que haya en la pizarra implica música, y al mismo tiempo es un desafío para los músicos”. También destaca “Video Quartet” (2002), composición audiovisual en cuatro pantallas realizada a partir de fragmentos de películas, “la única obra con sonido, que proviene de mi actividad como DJ”, revela el artista.

La instalación inmersiva “Surround Sounds” (2014-15), una composición musical silenciosa que, “en realidad, sucede en la cabeza del espectador, es decir cada uno debe imaginarla”, constituye quizá el clímax de su investigación sobre la onomatopeya. Además, se incluyen en el recorrido expositivo varias partituras gráficas como la proyección de diapositivas “Zoom Zoom” (2007-19) y “Manga Scroll” (2010), una partitura vocal enrollada de 20 metros de longitud. Según la comisaria, toda la exposición ilustra la manera de componer del artista, que hace “un uso interdisciplinario de la apropiación, el montaje, el remixing y la improvisación, prácticas que en sí mismas exceden los límites entre lo experimental y lo popular”.

“El collage siempre ha sido importante para mí, no sólo el collage visual, sino también el sonoro”, asegura el artista, cuya obra se sitúa en la estela del dadaísmo, Marcel Duchamp, Jean Tinguely, John Cage, Fluxus y el happening. Sin embargo, la obra de Marclay también se vincula a la cultura popular, a través de su implicación en manifestaciones como el punk rock, los cómics, los fanzines, el cine y distintos aspectos de las subculturas underground. A pesar de que Marclay se ha interesado en algunas figuras relevantes de las vanguardias históricas como Edvard Munch o Duchamp, también ha entablado un diálogo con artistas contemporáneos de los distintos ámbitos por los que discurre su obra, como el cineasta Bruce Conner, la performer Laurie Anderson, el músico John Zorn o la banda Sonic Youth. “Cada uno de los proyectos se debe abordar desde una perspectiva diferente, escucho todo lo que encuentro y nunca trabajo de antemano, ya que me gusta que sea el material encontrado el que me sugiera lo que debo hacer. Para ello, hay que ser curioso y permanecer con las orejas bien abiertas”, indica el artista.

Aunque el artista con el que más afinidad siente es Gaudí. “Descubrí Barcelona desde muy joven con mi familia, y luego volví en los 80 y a principios de los 2000 para el Sónar”, asegura Marclay. Mirando la arquitectura de la ciudad y visitando el Park Güell, Marclay descubrió la arquitectura de Gaudí: “La vinculación entre mi manera de trabajar con los fragmentos con el uso de la cerámica fragmentada y el ‘trencadís’ de Gaudí. Creo que Gaudí era un experto en el collage”.