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Fotografía

¡Mírame a la cara!

Foto Colectania acoge una selección de la Walther Collection con obras de August Sander, Richard Avedon o Seydou Keïta

Obra de Hiroh Kikai de la serie «Retratos de Asakusa» (1985) titulada «Un hombre que me cuenta que se peleó cuando se emborrachó»
Obra de Hiroh Kikai de la serie «Retratos de Asakusa» (1985) titulada «Un hombre que me cuenta que se peleó cuando se emborrachó»larazon

Foto Colectania acoge una selección de la Walther Collection con obras de August Sander, Richard Avedon o Seydou Keïta.

La fisiognomía es la ¿ciencia? que determina el carácter, personalidad, incluso el porvenir de una persona a partir de su rostro y expresión corporal. Desde la antigüedad, en la lejana Mesopotamia, hasta los griegos, sostuvieron que el estudio del rostro podría dejar evidencias claras de quién era o podía llegar a ser esa persona. Con la ilustración, esta posibilidad hizo furor en todos aquellos que creen que todo se puede leer. El genio detrás de esta idea fue el escritor Johann Casper Lavater, que en 1775 publicó «El arte de conocer a los hombres a partir de su fisonomía». Sus teorías dentro de la morfopsicología llegaron incluso a impresionar a Goethe, que se creyó que su genialidad se veía reflejada en su enorme nariz y su frente despejada. Janis, un joven tabernero de Leipzig, tenía esa misma nariz y frente, pero todos en el pueblo le conocían como «el idiota».

Por suerte, había quien abominaba de esta idea, que simplemente seguía el dicho popular que asegura que «el rostro es el espejo del alma». El genio, científico y filósofo Georg Christoph Lichtenberg era un hombre jorobado y feo, de grandes ojos sobre separados en el rostro, lo que para la moderna fisiognomía significaba que era un ratero, un ruín y un devora sardinas. ¿Acaso iba a creer que su voluntad estaba limitada por lo que reflejaba el rostro de sí mismo? Por supuesto que no. «Yo me callo... no porque te tenga miedo, panfletista malicioso, sino... porque si empiezo hablar de ti, ¿donde quedaría tu prosperidad y honor», le escribió.

Y, sin embargo, la idea de categorizar a las personas a partir de su rostro es una obsesión universal de los tiempos. Con la invención del daguerrotipo se extendió hasta la fiebre taxonómica. Su uso empezó por las élites hasta utilizarse para fichar a delincuentes. Luego se extendió a una categorización de gentes y oficios. Cuando la fotografía se abrió a las masas, la idea de que «los ojos refleja el alma» empezó a convertir el rotro en un teatro en el que se subraya lo que queremos expresar, una idea que hoy ha explotado en mil a partir de instagram y las redes sociales. Lichtenberg se hubiese partido de risa, y después se abría hecho un «selfie» con sus obras completas.

Historia del retrato

La idea de cómo el retrato fotográfico ha ido cambiando a lo largo de la historia y su uso en las diferentes culturas es la base de la exposición «Estructuras de identidad», que hasta el 2 de febrero puede verse en la Fundación Colectania. A través de las instantáneas de la colección Walther, una de las más importantes del mundo con más de 3.000 negativos originales, la fundación reúne 200 fotografías de 1865 a la actualidad y que marcan cómo la fotografía se ha utilizado tanto para categorizar como para criticar, incluso satirizar esta voluntad de crear identidades a partir del rostro o el aspecto. «Con la aparición del daguerrotipo en 1839 apareció por primera vez un medio que reflejaba la realidad sin tener que procesarla. Fue lo más parecido a un espejo y pronto fue visto como una herramienta científica y sociológica», señala la comisaria de la exposición Daniela Bauman, comisaria de la exposición y directora de la colección Welther.

De esta forma, podemos ver en la exposición los primeros retratos de mediados del siglo XIX con daguerrotipo, los primeros retratos policiales para archivar a los delincuentes o la sistemática reunión de personajes y profesiones que realizó August Sander en la Alemania de los años 20. También están los retratos de Seydou Keita en Mali en busca de crear un nuevo amor propio africano o la serie para «Rolling Stone» de Richard Avedon de 1976 en que retrató a los responsables de las candidaturas de Gerald Ford y Jimmy Carter. Estos maestros se contraponen con artistas actuales de todas las esferas culturales para marcar cómo la idea identitaria del retrato ha variado.