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Pedir perdón

La Razón
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Cada mañana cuando me afeito y motivado por un alarde de optimismo, mirándome al espejo pienso que llevo relativamente bien mi ilustre decadencia. Me despido de mis hijos y me siento orgulloso porque son unos chavales estupendos. Desayuno con una excelente mujer, madre y abogada, llego a mi despacho donde solo trabajan mujeres y tengo con ellas una magnífica relación Creo en definitiva ser un afortunado en mi existencia.

No soy consciente de un hecho que debería abrumarme y hacer que fuese pidiendo perdón de forma permanente. No pertenezco a ninguna minoría marginada, excepto que se entienda por minoría marginada el ser del Espanyol. Nací profundamente mediterráneo por lo que mi color de piel es blanco con tendencia a ponerse moreno al primer rayo de sol. Soy heterosexual y me gustan las mujeres. Como he pasado media vida en Sitges conozco y tengo amigos gays, pero lo siento no soy uno de ellos, no tengo ninguna sensación de vivir en una república oprimida por un Estado Monárquico ni de pertenecer a una raza superior.

Por si fuera poco ahora ha salido López Obrador diciendo que España debería pedir perdón por la epopeya americana, olvidándose de que los aztecas no eran precisamente angelitos y que fuimos los españoles los que fundamos las primeras universidades y hospitales más allá de Europa. Es más, de haber vivido en otra época me veo mucho más como un súbdito de Hernán Cortés enamorándome de una indígena y teniendo unos preciosos hijos mestizos, que emulando a John Wayne matando indios a diestro y siniestro.

Pueden llamarme vanidoso o lo que quieran, pero si Obrador pretende que alguien pida perdón que se lo reclame a su abuelo que seguro que era un tipo más normal y sensato que él, mis antepasados al fin y al cabo eran como yo catalanes, españoles y no se movieron de aquí.