Política

Móstoles

«Fuga» de vecinos y llamadas a la Policía en el «Amanecer bailando»

Un parque vecino se convirtió ayer en un improvisado «macrobotellón»: «Van a arrasar con todo»

El festival, centrado en música electrónica y urbana, congregó ayer a alrededor de 12.000 personas / Javier Fdez-Largo
El festival, centrado en música electrónica y urbana, congregó ayer a alrededor de 12.000 personas / Javier Fdez-Largolarazon

Un parque vecino se convirtió ayer en un improvisado «macrobotellón»: «Van a arrasar con todo».

«¡Hoy no vamos a dormir!», gritaban unas chicas en un coche, «mini» de cerveza en mano, mientras circulaban por la Avenida Alcalde de Móstoles. Ése no fue sólo el lema de los 12.000 jóvenes que acudieron ayer al polémico festival «Amanece Bailando»; también se lo apropiaron, para su desgracia, los vecinos que convivieron ayer con la música electrónica puerta con puerta. Hasta el punto de que muchos asistentes alucinaban con la ubicación, en el Parque Prado Ovejero, a muy escasos metros de las viviendas. «En el barrio están ''rayados''. Fíjate en esas ''kellys'' (casas) de ahí, Imagínate, con la música toda la noche...», comentaba un grupo de jóvenes que entraba al recinto. Y no sólo en Móstoles. Durante estos días, el Ayuntamiento de Alcorcón ya alertó de que sus vecinos del barrio de Fuente Cisneros también podían sufrir el exceso de decibelios.

A Santiago y Antonio, el inicio ayer del festival, en torno a las 17:00 horas, les pilló haciendo las maletas. No era casual. Ambos son vecinos de la calle Margarita, que, junto a la calle Jacinto, eran las más perjudicadas por el ruido. Las maletas pertenecían a sus esposas e hijos: esa noche la iban a pasar en casa de familiares, mientras que ellos se quedaban pendientes de que todo estaba en orden en sus hogares. Querían que sus familias pasasen la noche en paz. «No va a quedar ni un vecino. La mayoría se está yendo», dicen ambos. Santiago cree que «no es normal tener un escenario a tres metros de la terraza. Ayer –el viernes– ya nos temíamos que esto era imparable, porque hicieron las pruebas de sonido y las ventanas vibraban». «Aquí se ha tenido en cuenta a todo el mundo, asociaciones animalistas, empresarios... pero a los vecinos no», dice por su parte Antonio. A última hora de la tarde se produjeron las primeras llamadas a la Policía. En algunos casos, falsas alarmas. Sin embargo, vaticinaban que no serían las últimas.

Cuestión aparte merece, en su opinión, el «macrobotellón» en el que se ha convertido la zona. Los maleteros de los coches se convirtieron en improvisados minibares en los que tampoco faltaba la música. Pero lo que más indignaba a los vecinos fue la ocupación de zonas verdes como el Parque Andalucía, donde los jóvenes bebían con total impunidad. «Lo que se está viendo ahí es indescriptible. Van a arrasar con todo».

La situación llega hasta el punto de que los vecinos «preferiríamos poner cada uno un euro hasta llegar a esos 80.000 que dice el Ayuntamiento que va a ganar con el festival. Incluso podríamos superar esa cantidad».

Tomás, otro vecino, no se ve afectado por el ruido, pero todos los días acude con su nieto al Parque Prado Ovejero. «Se había hablado de que el festival podía celebrarse en el Parque Natural de El Soto. Pero claro, era un sitio protegido. ¿Y este parque público no lo es? ¿Cómo no han pensado en la gente mayor? Esto es un negocio total. No estoy para nada de acuerdo», subraya.

«Es verdad que las casas están muy cerca. Se entienden las quejas. Pero también es verdad que es un momento muy puntual», dice Pablo, uno de los asistentes al «Amanecer bailando». Junto a él están Sonia y Francisco. Ambos han llegado procedentes de Mallorca y confiesan que tenían la mosca tras la oreja con la controversia que se ha vivido estos días. Y, sobre todo, ante el riesgo de que se hubiera cancelado el festival. «Hasta que no hemos llegado a la puerta y hemos empezado a escuchar la música, no teníamos claro si iban a celebrarse los conciertos...». El precio de la entrada, unos 40 euros, era lo de menos. «Imagínate, habíamos pagado ya los billetes de avión, el hotel...». No parece que el mal tiempo fuera un impedimento para ellos. «En un Viñarock granizó y no se paró... Muy mal organizado tendría que estar aquí para que se cancelara», afirman.