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El pequeño comerciante: «Si no puedo entrar desaparecerá un negocio desde 1875»

En el taller de José María Navarro se crean y reparan desde 1875 todo tipo de piezas de bronce y otros metales preciosos que traslada en su vehículo o que llevan los clientes hasta la calle Madera
En el taller de José María Navarro se crean y reparan desde 1875 todo tipo de piezas de bronce y otros metales preciosos que traslada en su vehículo o que llevan los clientes hasta la calle Maderalarazon

El letrero que anuncia al «Broncista-Niquelador» José María Navarro retrotrae varias décadas el origen de esta pequeña tienda en la calle de la Madera, en el distrito Centro. Pero lo que muchos no saben es que se trata de un comercio más que centenario puesto que se instaló allí nada menos que en 1875 y, después de todos los avatares entre los tres siglos en los que se ha mantenido abierta, ahora su propietario teme por primera vez que pueda desaparecer.

«Necesito mi coche para mover las piezas de mayor tamaño que además son de materiales valiosos. Si no me dejan entrar con él ¿cómo voy a desarrollar mi actividad?», explica, preocupado. Tanto para llevar las piezas a los clientes como para traer el material bruto que transforma en estatuas, cabeceros y todo tipo de piezas de orfebrería, José María depende de su vehículo y, asegura, en el 010 no le han sabido explicar cómo va a poder seguir trabajando cuando entre en vigor. «Mi coche tiene doce años, pero va bien y cuando salió cumplía la normativa», añade. Además, las diez invitaciones que el consistorio otorga a los comerciantes dentro de Madrid Central se le antojan pocas. «Hay meses que me pueden sobrar, pero otros tengo muchos más clientes y si las piezas son pesadas necesitan llegar hasta la puerta del taller», asegura.

El de Navarro no es el único comercio singular que ve peligrar su continuidad en el distrito Centro si no se contemplan sus circunstancias por parte del Ayuntamiento de Madrid. Lo mismo le sucede a Opticaline, una de las dos ópticas que en la capital gradúan gafas de buceo y que recibe a clientes de toda España, para los que Madrid Central es una dificultad de acceso añadida. «Los repartidores que vienen todos los días no van a poder pasar si no tienen el distintivo así que no sé cómo me van a suministrar diariamente los cristales», apunta Marta, que señala que los representantes que les distribuyen vienen con hasta cinco maletas llenas de gafas.

Junto a Óptica Line, en la calle Humilladero, también conviven varios negocios singulares que ahora están en peligro de extinción al cortar el paso a proveedores y clientes. «Aquí al lado hay un botero que es el único que hace botas de vino para toda España y en la calle de al lado hay un cestero que repara sillas de mimbre cuyos propietarios no pueden dejar en un aparcamiento y luego cargar hasta la tienda», cuenta Marta. Lo mismo le sucede a un cristalero que no sólo se encarga de instalar ventanas, sino que también arregla muebles con luna. «Esta es la problemática que esta señora –la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena–, no quiere ver», apostilla.

Éstos y hasta 79 asociaciones y colectivos se han unido ya en la Plataforma de Afectados por Madrid Central que arrancó con una treintena de afectados hace apenas dos meses. Los últimos en unirse han sido los teatros y la Asociación en Defensa de la Cultura Urbana de Madrid.