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El último cine del barrio de Salamanca se resiste a desaparecer

El Ayuntamiento debe decidir si ratifica o no el cambio de uso de los Conde Duque Goya aprobado por Carmena y que podría convertir a las salas en un centro comercial. Una asociación pide que se conserven

«¡No nos cerréis los cines»! Más que una protesta, es casi una súplica por parte de los espectadores que cada miércoles, día del espectador, abarrotan las tres salas de las que disponen los Conde Duque Goya. En plena era de las plataformas digitales, nadie hace cola hoy para ver una película. Sin embargo, rozando el 2020, el público sigue amontonándose a las puertas de estos cines del distrito de Salamanca. Un barrio que no ha sido inmune a la crisis que ha azotado al sector. El Cid Campeador, el Carlos III, el Padilla, el Colón... Nombres de resonancias poderosas para unas salas que acabaron sucumbiendo ante el imparable avance tecnológico. Alrededor de treinta cines han «caído» en el distrito en los últimos años. Solo el Conde Duque Goya, nacido como Cine Vergara en 1946 cuando abrió sus puertas con la proyección de «Gran Hotel», sobrevive en el barrio. Sin embargo, corre riesgo de cerrar sus puertas. El Ayuntamiento de Madrid tiene ahora la última palabra.

Una decisión de Carmena

Para hablar de la situación actual de los cines hay que retroceder al mandato de Manuela Carmena. La entonces alcaldesa firmó en septiembre de 2018 una aprobación inicial a una petición realizada por la propietaria del inmueble de la calle Goya 67, Locales Ema S. L., que solicitaba un cambio de uso del inmueble. Dicha empresa tiene como inquilino, en régimen de alquiler, a Vips, que subarrienda parte del local a RKU Visión, sociedad que explota los Conde Duque Goya. Ante la petición, el Consistorio dio inicialmente luz verde a un Plan Especial, por el que el inmueble pasaría a tener un «uso terciario comercial». Esto, en esencia, implicaría que los Conde Duque perderían la protección especial que les brindaba el Plan General de Ordenación Urbana de 1997.

Entre otros factores, el Plan de 1997 le concedía la distinción de Actividad Cultural Preferente, al ser una actividad prioritaria para la vida cultural de la ciudad. Ahora, al estar catalogado el inmueble como actividad comercial terciaria, podría ser vendido para otros fines ajenos a los culturales, como puede ser un centro comercial. De hecho, con este cambio de uso, el edificio podría alcanzar un valor cinco veces mayor al que posee a día de hoy, como espacio dedicado al cine.

En las últimas décadas, han desaparecido alrededor de 30 cines en el distrito de Salamanca
En las últimas décadas, han desaparecido alrededor de 30 cines en el distrito de SalamancalarazonCIPRIANO PASTRANO

Económicamente viable

El pasado junio, el Ayuntamiento de Madrid publicó el acuerdo en el Boletín Oficial, momento en el que se abrió un nuevo periodo de información pública. El plazo de alegaciones ya ha concluido. Y entre las presentadas, se encuentran la del abogado Carlos Luna, de Luna y Bonadea Abogados. En su texto, el letrado esgrime que esta distinción de Actividad Cultural Preferente de la que goza el cine sufrió una modificación en 2001, cuando la crisis empezó a amenazar al sector. Entonces, los empresarios de todas las salas pidieron que se pudiera solicitar el cambio de uso... siempre que resultara un negocio económicamente inviable.

Y esta no parece ser la situación de los Conde Duque Goya que, según fuentes del sector, es una de las salas con tasas de ocupación/asistencia más elevadas de España. «Alrededor del 85% del aforo está siempre ocupado. Prácticamente se llena todos los días. En algunas sesiones alcanzamos las 900 personas», asegura a este diario Álvaro Vega. Proyeccionista de los cines desde hace nueve años, y con más de 20 de experiencia, Vega ha iniciado una campaña de recogida de firmas en Change.org: «No al cambio de uso del último cine del barrio Salamanca a centro comercial», que ya cuenta con cerca de mil apoyos. Del mismo modo, ha formado la asociación «Salvemos los cines de Madrid» a tal efecto. «Esto va más allá de los puestos de trabajo. Se trata de conservar la cultura de un barrio. Es algo que lo embellece. Al cine van jóvenes, en julio está lleno de niños... pero también mucha gente mayor que está sola. Entrar a ver una película supone viajar, vivir una historia de amor... El cine es para ellos un regalo, es su vida. Muchas espectadoras nos lo dicen todos los días», explica Vega. Por ello, cree que cabe hacerse una pregunta: «¿Qué te puede aportar más a tu vida? ¿poner un nuevo supermercado, el consumismo más inmediato o vivir todas esas experiencias?». Además, el público mayor es especialmente agradecido con la oferta cinematográfica. «No tienen prejuicios a la hora de elegir película y cuentan con un sentido crítico muy agudo».

De hecho, las alegaciones de Carlos Luna van encaminadas hacia esa dirección. «Si los cines mantienen su actividad de programación con una oferta cinematográfica diversa, esta actividad cultural debe preservarse y prevalecer frente a un centro comercial más». De lo contrario, la modificación de uso sería «completamente contraria a los objetivos del Plan General».

Tráfico y comercio

El abogado también esgrime las probables «disfunciones» que la creación de un centro comercial podría crear en el barrio. En su escrito, afirma que el nuevo Plan Especial «no ha presentado un estudio sobre el impacto que el nuevo centro comercial tendrá desde el punto de vista de la destrucción de empresas de pequeño comercio familiar», que también se encuentran en vías de extinción. Del mismo modo, tampoco se incluye un estudio «de la incidencia que el centro comercial tendrá en el tráfico de la zona que, por ser virtualmente limítrofe con Madrid Central», sufre «el efecto de transferencia de tráfico desde el distrito Centro hacia Salamanca».

Terminado el periodo de alegaciones, solo queda un paso más: que el actual Ayuntamiento ratifique o, por el contrario, rechace este cambio de uso. Y es que, si bien el Consistorio de Martínez-Almeida ha mostrado su interés y preocupación por los últimos cines que quedan en pie en el distrito, no será hasta la celebración del Pleno Municipal, previsiblemente en fechas próximas, cuando tenga que dar una respuesta definitiva. Mientras tanto, los espectadores del Conde Duque Goya continúan pendientes de la pantalla, esperando que la próxima sesión no sea la última.

SALVAD AL CINE GOYA
En la vida como en el cine. Desde hace ya muchos años las salas de cine de Madrid se han convertido en una especie en extinción, sobre todo las situadas en lo que un poco pretenciosamente llamamos la almendra central. Por ceñirme al barrio de Salamanca –cito datos de Madripedia, enciclopedia libre de Madrid– han desaparecido: los cines Dúplex en la calle General Pardiñas, el Alcalá Palace, el Cid Campeador, transformado en agencia de viajes; el Fantasio, hoy supermercado; el Benlliure y el Carlos III, convertidos en centros comerciales y el Peñalver, Mola y Salamanca infelizmente cerrados.
Ya sólo nos queda el cine Goya al que, si el actual equipo de gobierno del Ayuntamiento de Madrid no lo impide, le queda poco tiempo de vida. En pocas semanas o meses el Pleno del Consistorio tendrá que decidir si aprueba definitivamente un Plan Especial que inició el anterior gobierno de Carmena que lo convertiría en un centro comercial. ¿Otro más?
El Plan General de Madrid vigente de 1997, en línea con su predecesor de 1985, asumió como imperativo el mantenimiento de los cines o teatros incluidos en áreas que llamó de «Actividad Cultural Preferente», donde la concentración de salas en cada una de esas áreas habría de estimular la actividad, ayudando a la conservación y difusión de la cultura. No hay más que rememorar el antiguo esplendor de la Gran Vía madrileña, en tiempos un pequeño Broadway donde se estrenaban en edificios maravillosos los grandes títulos de la cartelera y las películas llamadas de arte y ensayo, entonces autentica vanguardia cultural contra el terraplanismo (le robo el palabro a Jaime Altozano) de la censura. De este modo, el Plan aseguraba el mantenimiento de las salas de cine y teatro ofreciendo a cambio compensaciones urbanísticas consistentes en lo fundamental en un incremento de la edificabilidad permitida a fin de diversificar la programación en varias salas de un mismo local. Sólo en el caso de que, pese a las medidas de estímulo, la actividad del cine resultara antiecónomica, podría cambiarse el uso del inmueble y cerrar la sala de cine. No es este el caso, sin duda, del cine Goya que tras acogerse a esas medidas de estímulo ha sido a lo largo de estos años y es hoy un modelo de éxito de esta política de preservación y difusión cultural.
Al margen de los efectos colaterales y perniciosos que tendría la transformación del cine Goya en un nuevo centro comercial, como son la replicación ad nauseam de franquicias que ya se encuentran a pocos cientos de metros, la desaparición del pequeño comercio de proximidad que es el que da sentido al paseo por las calles y personalidad distintiva a las ciudades, y el incremento inevitable del trafico por confluencia de horarios comerciales, ¿de verdad estamos dispuestos a dejar que desaparezca el último cine del barrio de Salamanca? ¿No vamos a salvar al Cine Goya?
Carlos Luna Abella
Abogado urbanista, ex director del Área de Ordenación del Territorio, Urbanismo y Vivienda del Defensor del Pueblo