Plaza Mayor de Madrid
Distrito centro: desaparece el «top manta», pero crece la mendicidad
La presencia de mendigos ha aumentado un 25% en los últimos meses. Vecinos y comerciantes exigen al Ayuntamiento medidas para evitar la concentración de «sin techo»
Una de cal y otra de arena en el distrito Centro. Así califican vecinos y comerciantes la actuación del Gobierno municipal en los últimos meses. Por un lado, se ha erradicado prácticamente el «top manta» en el corazón de la ciudad, un fenómeno que parecía imposible de resolver, visto su desarrollo en los últimos años, por la inoperancia del Gobierno de Manuela Carmena, que miraba para otra parte; por otro lado, ha crecido de forma alarmante otro fenómeno que lastra a esta zona: la mendicidad, sobre todo el número de personas que duermen en la calle y, especialmente, en la Plaza Mayor.
Vecinos y comerciantes están hartos de que un lugar tan sensible, desde el punto de vista histórico y monumental, destino de los turistas que visitan Madrid, se vea acosado por problemas de tipo social. Quieren entrevistarse con el alcalde, y obtener un compromiso formal para conseguir los mismos resultados que con el «top manta».
«Dormitorios» al aire libre
Puede que las temperaturas benignas, que hacen de este invierno una estación más propia de otra época del año, haya propiciado el aumento del número de personas que duermen a la intemperie. «Esta ciudad se ha convertido en un gran dormitorio al aire libre», nos dice un miembro de la Plataforma de Vecinos Madrid Centro. Un comerciante integrado en APRECA, que es la asociación del comercio de Preciados-Carmen-Arenal, es contundente: «A estas personas hay que darles una salida social, buscarles una solución, pero no pueden estar viviendo, durmiendo, comiendo y haciendo sus necesidades en las aceras, a las puertas de nuestros comercios. Esta situación hace que, en la zona más turística de Madrid, el visitante termine yéndose».
Junto a los testimonios, las cifras son contundentes: unas 650 personas duermen todos los días a cielo raso; de éstas, cerca de la mitad, se concentran en el distrito Centro, y de ellas, unas 50, en los soportales de la Plaza Mayor o en las calles que acceden a la misma, de forma muy especial en las de Siete de Julio, Botoneras y Gerona.
La Asociación de Hosteleros de la Plaza Mayor lleva años pidiendo que se aborde el problema. También el comercio quiere que se erradique esta práctica que tanto perjudica a sus negocios. Quieren que se investigue porque existen auténticas mafias que controlan el fenómeno de la mendicidad, incluso que distribuyen los lugares donde establecen sus camastros de cartones y mantas. Muchas veces se sirven de animales drogados para pedir limosna; utilizan los soportales como evacuatorios públicos y, aunque los servicios municipales limpian todas las mañanas la plaza y aledaños, la pulcritud dura poco. «Y qué decir de las broncas que montan a veces estas personas. Hay que tener en cuenta que algunas tienen problemas mentales o con el alcohol. Montan grescas y peleas por un cartón de vino, un sitio en el soportal o una limosna disputada al transeúnte», comenta una vecina de esta plaza, que es Monumento Histórico Artístico y Bien de Interés Cultura, y en la que se puede ver a un «sin techo» durmiendo a las puertas del hotel de lujo abierto en la Casa de la Carnicería, o a la entrada del Centro municipal de Turismo, en la Casa de la Panadería; también, en el acceso al aparcamiento o en los zaguanes de establecimientos centenarios, imágenes que no se corresponden con el rango histórico y la condición turística de la que siempre se ha calificado, junto a la de Salamanca, como «la plaza más bella de España».
Nuevas calles-dormitorio
El incremento del fenómeno de la mendicidad en Madrid en los últimos meses, ha hecho que los retablos urbanos de personas que duermen a la intemperie, haya salido de la Plaza Mayor y aledaños, para extenderse a otras calles del centro de la ciudad: Gran Vía, Montera, Carmen, Preciados, Carretas, plaza de Jacinto Benavente y de Ópera, así como a las puertas del Teatro Real, de los cines de la Gran Vía y los establecimientos comerciales de un área extensa del distrito Centro.
Durante un fin de semana hemos podido contabilizar hasta una decena de «paradas» en el tramo de la Gran Vía, comprendido entre la plaza de Callao y la Red de San Luis. Se entiende como «parada» el lugar de la acera donde se produce el asentamiento de un espacio para dormir, comer y pedir limosna en el mismo sitio. Y luego está la imagen demoledora de la tragedia humana de algunos de estos mendigantes: un hombre de mediana edad, que en el centro de la calle de Preciados, pide limosna, sujetando con su boca un platillo para las monedas, porque tiene los brazos amputados; o el joven al que le faltan ambas piernas y anda, deslizándose, apoyando sus manos en unas cuñas de madera, mientras lleva colgado un cartel: «Deme algo para comer»; o el caso de una mujer, ya metida en años, que expone sus piernas dramáticamente ulceradas, mientras con una mano sujeta a un perro y con la otra un cartel que dice: «No tengo nada y estoy enferma. Ayúdenme».
De esas 650 personas que todas la noches duermen en las calles de Madrid, el 60% son españolas; el 73%, varones, y el 27%, mujeres. Muchas de ellas proceden de familias desestructuradas; otras, son parados de larga duración, también las hay que tienen cuentas pendientes con la justicia, incluso algún solitario por convicción: «Vivo en la calle, y de la calle, desde que tenía quince años, cuando me fui a una comuna hippie, y desde allí, a vivir en cualquier parte, como una forma escogida de libertad, aunque sea duro, pero vivir en libertad, aunque ello implique, vivir en soledad». Es el testimonio de un hombre, ya metido en los sesenta, que dice ser amigo de muchos mendigos que, cómo él, «emprendieron el éxodo desde distintos lugares de España, a Madrid, para vivir la calle». Esto me hace recordar la frase pronunciada, en la década de los años setenta, por un delegado de servicios del Ayuntamiento, de cuyo nombre prefiero no acordarme: «Madrid es la universidad a la que vienen a doctorarse todos los mendigos de España».
De la periferia al centro
Las personas que ejercen la mendicidad, pero que no duermen en la calle, generalmente viven en los extrarradios de la ciudad; eso sí, en condiciones penosas, casi tercermundistas, y se desplazan cada mañana al centro para mendigar.
Hace unos días, la Policía Municipal, descubría un edificio del distrito de Usera en el que vivían, en régimen de okupación y en pequeños habitáculos, 28 personas que se dedicaban a la mendicidad. Entre ellos había tres menores que se quedaban solos cada mañana cuando los padres salían a pedir limosna. Los agentes descubrieron la presencia de un adulto, de origen rumano, que alquilaba las habitaciones o trasteros, por 200 euros al mes.
Durmientes al aire libre en el centro de Madrid
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