Sucesos

A pedradas en el centro de menas de Casa de Campo: agarra por el cuello y golpea en la cabeza a una educadora

El Grupo de Menores de la Policía Nacional detuvo al agresor, de 14 años. Ya tenía antecedentes

Un joven pasa por la puerta del centro de primera acogida de menores extranjeros no acompañados (menas) situado en la zona de Casa de Campo, en Madrid.
Un joven pasa por la puerta del centro de primera acogida de menores extranjeros no acompañados (menas) situado en la zona de Casa de Campo, en Madrid.Eduardo ParraEuropa Press

Ni qué decir tiene que no ha sido la primera vez, ni tampoco con el mismo residente como protagonista. Y, a tenor de los antecedentes, posiblemente tampoco sea la última. El pasado 21 de enero, en torno a las 17:00 horas, una llamada al 091 alertaba de una nueva crisis que se estaba viviendo en el antiguo albergue Richard Schirrmann de Casa de Campo, reconvertido en un centro de acogida para menores extranjeros no acompañados (los conocidos como “menas”). En esa comunicación, trabajadores del centro aseguraban que uno de los residentes estaba causando graves destrozos en el interior y, además, estaba tirando piedras a los educadores. De hecho, cuando los agentes llegaron hasta allí, los trabajadores habían conseguido encerrar en un cuarto al menor, que seguía dando golpes en la habitación. Se da la circunstancia, por otro lado, de que muchos de los accesos de Casa de Campo continúan cerrados, debido al mal estado del arbolado tras el paso de la ventisca Filomena hace más de un mes.

Según ha podido saber LA RAZÓN, y de acuerdo con las investigaciones del Grupo de Menores (Grume) de la Policía Nacional, encargado de investigar el suceso, los hechos se remontan a la mañana de aquel día, después de que el menor se negara a salir de su dormitorio para incorporarse a sus deberes diarios, con el aviso de la correspondiente sanción: si no se levantaba de la cama, se quedaría sin su “paga” semanal. Tras este ultimátum, el residente comenzó a enfrentarse contra los trabajadores y educadores del centro. Una de ellas, una mujer, fue agarrada por el cuello y recibió varios golpes en la cabeza. La víctima rehusó la asistencia sanitaria, pero sí interpuso la correspondiente denuncia por lo ocurrido.

Cuatro ventanas y una mesa resultaron destrozadas durante el enfrentamiento entre los vigilantes de seguridad y el menor, que finalmente consiguieron reducirle. Por otro lado, afirman que, cuando llegó la Policía Nacional, el residente comenzó a fingir lesiones para dar a entender que le habían agredido. En total, se estima que los daños ocasionados suponen unos 400 euros en gastos.

No es la primera vez que tenían problemas con este interno, de 14 años de edad. Otra trabajadora del centro le había denunciado este mismo año por un incidente similar. En aquella ocasión, le retiraron la asignación debido a que, junto con otro compañero, había sido descubierto inhalando disolvente. Como represalia, los dos menores comenzaron a saltar sobre el coche de la mujer, causándole serios daños.

El consumo de drogas comienza a estar extendido no solo en el centro de Casa de Campo; también en el de Hortaleza. Y concretamente, el uso de disolvente. Se trata del «karkubi». Bautizada como la «droga de los pobres» y procedente de Marruecos, constituye una mezcla de ansiolíticos y hachís, a la que se le añaden sustancias como disolvente o pegamento. Además de causar alucinaciones, también fomenta la agresividad en los consumidores, lo que produce una espiral de violencia difícil de frenar por parte de los trabajadores de estos centros.

Con todo, hace más de un año se produjo otro incidente con el mismo protagonista. Entonces, una educadora interpuso una denuncia por abuso sexual, debido a que le había puesto la mano en el trasero. Hay que recordar que la nueva doctrina del Tribunal Supremo establece que este tipo de comportamientos, de contacto físico con finalidad sexual, deberán ser considerados abuso, con penas de entre seis meses y dos años de cárcel. Sin embargo, en este caso, al ser el agresor menor de edad, resultó inimputable. Se da la circunstancia de que, pese a ser el de Casa de Campo un centro de primera acogida (teóricamente, el interno debe ser derivado a otros recursos), el joven lleva más de un año en el mismo.

A la situación que se vive en el interior del albergue, hay que añadir la inseguridad en su exterior. Los atracos con la técnica del “mataleón” (agarrar por detrás a la víctima, hasta casi estrangularla e inutilizarla) siguen produciéndose en los alrededores. El pasado noviembre, tal y como informaba LA RAZÓN, una mujer de 51 años, tuvo que ser atendida en Urgencias del Hospital Gregorio Marañón debido a una contusión tras un forcejeo con un grupo de tres jóvenes, a los que identificó como residentes del centro. Esta vez, los hechos ocurrieron en un parque situado en la zona de Lago.

Los vecinos de Casa de Campo y Batán no cejan en su empeño. Periódicamente han protagonizado manifestaciones para denunciar una situación de indefensión que lleva prolongándose desde hace demasiado tiempo: una oleada de atracos y agresiones violentas que coincide con la reconversión del antiguo albergue en un centro para «menas». De hecho, su reivindicación durante estas protestas es cristalina: «Devolvednos el albergue», un edificio histórico reutilizado por la Comunidad de Madrid como centro de acogida debido a la saturación de los recursos de Hortaleza. Y es que consideran que la recolocación de los menores en estas instalaciones está resultando perjudicial no solo para los vecinos, que son los principales afectados, sino también para los propios residentes, incapaces de integrarse.