Intrahistoria

La bufanda tejida a mano por la madre de Almeida que le hizo rojiblanco

Ángela Navasqüés introdujo al alcalde en la «fe» atlética. Él le rindió homenaje este domingo desde el césped del Metropolitano.

José Luis Martínez Almeida y Enrique Cerezo durante la entrega del trofeo de Liga al Atlético de Madrid en el Wanda Metropolitano.
José Luis Martínez Almeida y Enrique Cerezo durante la entrega del trofeo de Liga al Atlético de Madrid en el Wanda Metropolitano.Jesus G. FeriaLa Razón

Quince de mayo de 1974. Estadio de fútbol de Heysel en Bruselas. El Atlético de Madrid se quedó a apenas unos segundos de ser campeón de Europa. Los rojiblancos se enfrentaron en esa final al Bayern de Múnich. El partido acabó empate a cero y en el minuto 114, ya en la prórroga, un zapatazo de Luis Aragonés acercó a los madrileños a la gloria. Al filo del pitido final, sin embargo, llegó el empate de los alemanes. Marcó un tal Schwarzenbeck. A los pocos días se celebró en el mismo escenario el desempate y el Bayern no tuvo piedad del Atleti. En las gradas de Heysel, varios miles de atléticos. Entre todos ellos, estaba Ángela Navasqüés, madre del actual alcalde de la capital, José Luis Martínez-Almeida. En un tiempo en el que no era tan habitual como ahora ver a mujeres viajar para seguir a su equipo de fútbol y mucho menos a lo largo y ancho del continente europeo.

Quienes conocieron a la madre de Almeida aseguran que era una «aficionada a ultranza» del Atlético. El pasado domingo, sobre el césped del Wanda Metropolitano, el alcalde quiso rendirle su particular homenaje por haberle convertido en un indio más. «Esta es una dedicatoria a todos los que nos están viendo desde ese tercer anfiteatro de atléticos que han empujado tanto desde el cielo. Y una dedicatoria, y ésta es personal, a todas las madres que nos han hecho del Atleti, a todas las madres que nos metieron la fe rojiblanca en las venas».

Con los hijos al Calderón

Desde su despacho con vistas a la Cibeles, el alcalde de la principal ciudad del país siempre ha hecho gala de sus colores. También ha dejado claro, cada vez que se le ha preguntado, que esta afición le viene por vía materna. «Nunca podré agradecer lo suficiente a mi madre hacerme del Atleti», ha subrayado. Desde su entorno narran cómo Ángela Navasqüés «convirtió» a su hijo en un colchonero fiel cuando éste apenas tenía seis años. «Ella fue la que le metió el gusanillo a los hijos. Les ponía los partidos en la tele y se los llevaba al Calderón a verlos en directo». Hasta convertir este ritual en una escena familiar: la de los Almeida enfundados en la rojiblanca en las gradas del Calderón, liderados por la matriarca del grupo tratando de aliviar los nervios con sus cigarros.

De entre los recuerdos que con más cariño guarda el alcalde de la forma en la que su madre le impregnó de su «fe» atlética destaca uno. El de su primera bufanda a rayas, tejida a mano por su madre. Pasados los años, descubriría sobre el césped del Manzanares al que siempre ha considerado su ídolo de juventud: Paulo Futre. El portugués es precisamente el protagonista de uno de los momentos que más feliz le ha hecho en estas décadas como aficionado: «Fue el 27 de junio de 1992, Santiago Bernabéu, final de la Copa del Rey: Schuster y Futre. Inolvidable. Inolvidable», reconocía en una entrevista en LA RAZÓN publicada el pasado mes de marzo.

El drama de Lisboa

Y junto a las alegrías que ambos compartieron en torno a su equipo, también algún histórico traspiés. Como el de la final de la Champions League de Lisboa de 2014. «Ese viaje en coche a ninguna parte del alcalde con el móvil en modo avión y la radio apagada hasta que llegó a casa y vio que seguía el 1-0», recuerdan quienes trabajan cerca de Almeida. Porque fruto de los nervios, el alcalde no pudo seguir viendo la final frente al Real Madrid. Prefirió dar vueltas en su vehículo por una ciudad desierta. «Mis hermanas se fueron al Calderón. Yo las llevé al estadio, las dejé allí, apagué la radio y comencé a dar vueltas por la M-30, fui a Guadalix, me paré, fumé un cigarro porque estaba muy nervioso. Vi que íbamos 0-1 en el descanso y volví a Madrid. Cuando entraba por Plaza Castilla, enciendo la radio y vemos que vamos 0-1. Pienso ‘voy a casa, que está mi madre allí viéndolo’». Cuando regresó a casa, los de Simeone seguían en ventaja. Y, como casi todos los atléticos, se dejó llevar por el optimismo: «Mamá, vas a ver ganar una Copa de Europa». Era el minuto 93. Y el final de la historia es sobradamente conocido.

Ángela Navasqüés se mantuvo fiel a sus colores hasta el final. Asumiendo como propia la filosofía cholista. En una entrevista en Antena 3, Almeida lo destacó así: «Mi madre era la que nunca dejaba de creer. ¿Eso qué hizo? Que cuando murió, en su esquela, todos los hermanos decidimos que pusiese ‘nunca dejó de creer’». Y así insistió en ello el propio alcalde en un tuit que publico el día de la madre de hace un año, en el final de la primera ola de la pandemia: «Mi madre me enseñó tantas cosas que no caben en un tuit. Una de ellas es que nunca había que dar nada por ganado, pero tampoco darse por vencido. Otra, que nunca había que dejar de creer. Gracias por tanto. Feliz día a todas las madres, estén dónde estén».

Desde luego, Ángela tuvo éxito en su labor proselitista. El domingo en el Wanda, además del alcalde, otras dos de sus hijas celebraron el que es, sin duda, uno de los títulos más festejados por la afición. Y este domingo también, ella recibió el homenaje que merecía. De boca de su hijo y con una camiseta con su nombre y el dorsal 18. «Va por ti, mamá», destacó el alcalde mientras elevaba la vista hacia el tercer anfiteatro.