Gatas

Teresa Aranguren: «Trabajando en la guerra he sentido indignación y urgencia, pero nunca pánico»

Experta en el mundo árabe, esta periodista formada en Madrid acumula más de 30 años rompiendo barreras en el ámbito de la información internacional: en 1986 fue la única mujer que cubrió desde Teherán el conflicto entre Irán e Irak

María Teresa Aranguren Amézola es natural de Álava, pero lleva residiendo toda una vida en la capital.
María Teresa Aranguren Amézola es natural de Álava, pero lleva residiendo toda una vida en la capital.Alberto R. RoldánLa Razón

Corre el año 80 y tantos en el desierto. El calor es asfixiante y seco, y el continuo repiqueteo de los segundos pasando no ayuda. Internet es todavía una ilusión apenas al alcance de instituciones gubernamentales al otro lado del planeta. Toda la carga de su trabajo se concentra ahora en ese enorme y pesado maletín del que depende su esfuerzo. Despliega la antena y empieza a moverla con cuidado, pero sin ningún orden, hasta que se da el milagro: una voz. «Entonces, conseguir comunicarte desde un lugar remoto con alguien en redacción era un logro enorme», recuerda sobre el primer teléfono satélite que usó en Irak entre nostálgica y maravillada por el avance. Volviendo al presente, sigue diciendo: «Me da envidia ver las posibilidades tecnológicas con las que se cuenta en la actualidad, pensar en enviar una crónica al momento desde cualquier parte, sin ese agobio de salir corriendo y escribir el texto en el coche, dando brincos de vuelta al hotel; el periodismo está cambiando, eso está claro, ya no es el mismo». Y aunque Teresa Aranguren confiesa esos celos por el portátil que ella no tuvo, desde la autoridad que le confieren más de 30 años de experiencia en el ámbito de la información internacional, advierte: «Igual que hay ventajas, hay riesgos ligados a la precariedad laboral y al auge de las redes sociales, como es la pérdida de incentivos a la hora de buscar más allá de las versiones oficiales, algo clave en el ejercicio de esta profesión».

Y todo empezó por casualidad. En los años 70, Teresa daba clases como profesora en una escuela de Magisterio en Madrid, coincidiendo con una época en la que el movimiento estudiantil se había hecho con las universidades: «Mi departamento fue muy activo en estas protestas y nadie fue renovado después de aquello», apunta algo resignada. El camino que había dibujado para sí misma después de licenciarse en Filosofía y diplomarse en Antropología y Psicología se había desdibujado y se abría ante ella una ventana a un futuro completamente distinto. «Mi marido me insistía mucho en aprovechar el momento para formarnos fuera y decidimos irnos: él solicitó un puesto de lector de español en una universidad de Jordania y se lo dieron, así que, allí que nos fuimos», cuenta ella manteniendo la ilusión de aquella joven en el brillo de los ojos. Así, la ciudad de Irbid, al norte del país y casi haciendo frontera con Siria, fue el primer contacto de Teresa Aranguren con el mundo árabe oriental, del que nunca más se desligó. «Allí empecé a conocer a gente, a visitar los campos de refugiados, a escribir sobre lo que veía y mandé dos reportajes a España: uno a la revista Mundo Obrero y otro a la revista La Calle; los envié por correo ordinario y hasta sin dirección postal en el caso del primero porque la había olvidado, ¡pero me publicaron los dos!», explica sobre su llegada improvisada al periodismo. Hoy puede presumir de haber recibido varios premios por su labor, como el que le otorgó la Asociación de Mujeres Profesionales de los Medios de Comunicación en el 2000.

Teresa Aranguren estudió Filosofía, Antropología y Psicología, pero ha ejercido casi toda su carrera como periodista internacional.
Teresa Aranguren estudió Filosofía, Antropología y Psicología, pero ha ejercido casi toda su carrera como periodista internacional.Alberto R. RoldánLa Razón

Tras aquel año en Jordania, nada volvió a ser igual: se había convertido en experta de algo desconocido para la mayoría en Occidente. «A mi regreso en 1981 me hice cargo de la sección internacional de Mundo Obrero y en 1982 viajé a Beirut durante la invasión de Israel sobre el Líbano; aquella fue mi prueba de fuego como periodista, un antes y un después». A esta primera cabecera siguieron otras como Interviú en el 85, El Independiente a partir del 86 o los Servicios Informativos de Telemadrid desde 1990 hasta 2006, cuando entró en el Consejo de Administración de RTVE. Igualmente, a este primer conflicto siguieron otros como la guerra entre Irán e Irak, la del Golfo o la de los Balcanes. Y en algunas fue la única mujer informando sobre el terreno, lo que, dice, nunca la limitó. Pese a todo y a que el sonido de las bombas es siempre el mismo, Aranguren asegura tener grabadas en su memoria todas y cada una de las escenas de horror de las que ha sido testigo y sin miedo: «Siendo periodista internacional he sentido indignación y, sobre todo, urgencia por contar, lo que, de alguna manera, me sirvió de escudo, porque, aunque era consciente de estar en riesgo, nunca tuve ese pánico que paraliza».

Recogiendo su libro para el nuevo curso de árabe que acaba de arrancar y, seguro, con la satisfacción del trabajo bien hecho y de haber publicado ya varios títulos como «Contra el olvido, memoria fotográfica de Palestina antes de la Nakba», Teresa disfruta a sus casi 77 años de una nueva etapa: «Soy una feliz jubilada».

Inviernos en Madrid, veranos en Arceniega
«Mi familia materna es de Bilbao y yo nací en un pueblo de Álava, pero mi padre trabajaba en Madrid, así que, pasábamos todos los inviernos aquí y los largos veranos allí. Durante mi infancia y mi adolescencia, la vida real estaba en el País Vasco, donde me sentía libre, siempre en la calle, mientras que Madrid era un paréntesis que había que aguantar. Sigo yendo a Arceniega, pero ahora soy libre también en Madrid».