Madrileño de Sevilla
Dicen que nadie sale ileso de «una historia de amor», tampoco de ésta, la que Félix Gómez junto a Almudena Cid, entre otros, interpretan hasta el 19 de diciembre en los Teatros del Canal de Madrid.
Se declara «bastante enamorado, en general», de Madrid, la ciudad a la que llegó hace casi 22 años. «Me considero ya un poquito madrileño».
En el laberinto del Jardín Botánico, que en diciembre parece un «bosque cósmico», se conoce los atajos, el lenguaje de las flores y es capaz de dar una clase de agronomía. «Me hubiera gustado ser ministro de agricultura y ecología, me interesa mucho esa parte. No creo que fuera buen diplomático, no me darían nunca esa cartera. A veces me planteo si estoy a tiempo de estudiar esa ingeniería».
Y, si de amor se trata, como en la obra, Félix Gómez dice que la primera cita, si tuviera que jugársela todo a la primera carta la tendría en el Parque del Retiro «porque así ya sabes bastante de qué voy», aunque aún no se ha topado con el duende al que la leyenda le arroga el milagro que propiciaba la llegada de las flores. «Solo espero que ese duende bendijese esa primera cita», dice entre risas.
¿Cuál es la historia que más le gusta contar? «Todas esas que conmueven y remueven como intérprete, pero también las que me gustaría ver en la cartelera, las que te sientas a ver y te llevan por vericuetos y sales con las energías renovadas».
Se mete en el papel de un escritor alcohólico en una obra con dos momentos temporales y varias historias de amor que no dejan indiferente, e incluso canta.
¿Y en qué diría eso de «señor, dame paciencia»? «Cuando leo barbaridades, con el frenetismo verborreico de muchos de nuestros políticos cuando dicen burradas, cuando veo entrevistas donde no responden a las preguntas, cuando la gente no se escucha... Me pone bastante nervioso ese no me importa lo que vayas a decir, sino el discurso que me he montado». Cree que, por ello, «sería muy mal periodista» porque «nunca abandonaría una pregunta» sin respuesta.
Quedó duelista en Masterchef celebrity y, ante el alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, que llegó a declararse que era «latino, de latas» dice que más que un menú, le recomendaría «que se diera una vuelta por los mercados de La Latina, donde el producto es más real e interesante; aunque no estoy en contra de las conservas. Una buena es maravillosa».
“Tito sargento mono”
Confiesa que tiene una relación «muy especial, bonita y verdadera» con su madre. «Siempre he creído que muchas veces los padres triunfan a través de sus hijos. Ellos tienen su propia vida, pero cuando a un hijo le va bien están consiguiendo lo que ellos querían que pasara. Es un triunfo que también es parte de ellos. Me siento un tío afortunado. Creo que me está tocando vivir una vida bonita» y asegura que parte de esa vida bonita y de esos valores «son los que me han dado ellos».
Sus sobrinos le llaman «tito sargento mono». Lo de «sargento» es por su papel de guardia civil en «La Caza» y lo de «mono» porque un día, su sobrina Julia se rió por primera vez cuando imitaba a este primate. «Tengo una relación muy bonita con ellos. Son la luz».
En su familia quisieron que fuera abogado, por eso dice que a la persona que ama la sentenciaría a «ser eternamente feliz, a mi lado, si puede ser», aunque cree que sería una «pena» revisable. «Toda relación requiere de andar revisando los acuerdos, sobre todo si es una relación larga; porque crecemos, cambiamos y la vida nos cambia y creo que hay reajustar todo el tiempo».
Afirma que ha llevado muchas veces «el corazón descalzo,desnudo, anclado», que se ha sentido perdido en alguna historia porque «tuve un gran desamor que me dejó bastante destrozado». «Con la amistad también me entrego demasiado y, si me siento traicionado, me hundo de una manera muy profunda». Por ello, le encanta el ciclo vital del Ave Fénix, porque desde ahí «solo queda renacer».
Confiesa que sus amigos y su familia, «los más cercanos», saben diferenciar cuando es él y cuándo interpreta, «aunque, incluso para ellos también hay secretos» porque «todos somos poliédricos» y también «tengo derecho a una cara que solo yo vea delante del espejo».
No se ve siendo un «arma de distracción masiva» aunque le encanta el romanticismo del espionaje. Se planteó un día estudiar criminología, opositar a la Policía o a la Guardia Civil, pero ser actor le permite ahora ser todos a la vez.