Opinión

La polémica de Almeida sobre Almudena Grandes y la sentimentalización de lo público

Me parece más honesta y profesional la postura del alcalde popular, dispuesto a hacer esa concesión por el bien común, que la de aquellos para quien esa era una condición innegociable

El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida
El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-AlmeidaIsabel InfantesEuropa Press

Entiendo que al viudo de Almudena Grandes le parezca fatal que Almeida opine que su difunta esposa no merece ser hija predilecta de la ciudad. Que levante la mano quien no crea que sus seres queridos no son los mejores del mundo y merecen toda loa. Lo que no entiendo es el empeño en hacerle aparecer como mezquino por discrepar. Se está pidiendo, no solo que se claudique con nombrar hija predilecta a la escritora, sino que se sienta además. Que se haga, sí, pero no solo eso. Que se haga con convencimiento auténtico y genuino, sin ápice de duda. Como en aquel tópico en el que, no solo hay que decirle a la parienta que el vestido le queda fetén y le hace más delgada, sino que además se debe manifestar de manera indubitable, sabiendo en lo más íntimo que eso es así y no hay otra.

El caso aquí es que José Luis Martínez-Almeida, personalmente, no cree que Almudena Grandes merezca ser nombrada hija predilecta de Madrid. Y es muy libre de pensarlo. Pero José Luis Martínez-Almeida, alcalde de Madrid, lo hace sin reparos cuando esa es la condición impuesta para alcanzar un acuerdo presupuestario. A mí, qué quieren que les diga, me parece mucho más honesta y profesional la postura del alcalde popular, dispuesto a hacer esa concesión por el bien común, independientemente de su propia postura, que la de aquellos para quien esa era una condición innegociable, que ponen el reconocimiento individual por encima de la necesidad general de que la ciudad pueda disponer de esos presupuestos.

No puedo entender, de ninguna de las maneras, que hayamos caído como sociedad en esa sentimentalización de lo público, que hayamos comprado tan alegremente la premisa de que disentir, con finados de por medio, es inaceptable. No es Almeida quien ha negociado con reconocimientos públicos a difuntos. Que se avergüencen otros.