Semana Santa

Los 300 años de historia de la primera cofradía mixta de la capital

La Real Congregación de la Soledad y Desamparo es la segunda hermandad más antigua de Madrid y desde hace veintisiete años cierra la Semana Santa

La tamborrada de Resurrección de manos de la Cofradia del Descendimiento de la Cruz y Lágrima de Nuestra Señora en la plaza Mayor de Madrid, en la que ha participado el alcalde José Luis Martínez Almeida, ha puesto el punto y final a la celebración de la Semana Santa 2024 en la capital. A pesar de la lluvia y del frío, varios centenares de personas han estado presentes. © Alberto R. Roldán / Diario La Razón. 31 03 2024
La tamborrada de Resurrección de manos de la Cofradia del Descendimiento de la Cruz y Lágrima de Nuestra SeñorAlberto R. RoldánFotógrafos

Los nervios y la expectación han sido sin duda los protagonistas de esta Semana Santa. La lluvia obligó a suspender todas las procesiones que se celebraron en la capital el Jueves Santo, pero el agua dio una tregua el resto de días. Madrileños y visitantes pudieron disfrutar, abrigados y con el paraguas bajo el brazo eso sí, de todos los actos en conmemoración de la Pasión de Cristo. Ayer, Domingo de Resurrección, las miradas siguieron puestas en el cielo, pero todo lo previsto para el broche final de la pascua pudo celebrarse sin contratiempos.

La ya tradicional Tamborrada de Resurrección, sonó con más fuerza que otros años gracias a los 130 tamboreros que llegaron a la capital desde Zaragoza.Un hermanamiento entre dos ciudades que nació en 1996, cuando la Real Congregación de Nuestra Señora de la Soledad y Desamparo de Madrid contactó con la ciudad maña para que una de sus cofradías le acompañase como penitentes. Algo muy habitual en los pasos de la Semana Santa zaragozana, donde los tambores y las bandas de música encabezan todos ellos. «Desde ese año nos acompañan todos y acordamos entre hermandades que ellos serían los responsables del cierre de la Semana Santa de Madrid en la Plaza Mayor», explica Luis Pérez, Hermano Mayor de la Congregación madrileña a LA RAZÓN. Así, comparten la estación de penitencia el Sábado Santo, una misa de hermanamiento de las dos ciudades que se celebra la mañana del Domingo de Resurrección en el Monasterio Jerónimo del Corpus Christi, también conocido como el Convento de Las Carboneras, y la posterior y ya tradicional tamborrada.

La tamborrada de Resurrección de manos de la Cofradia del Descendimiento de la Cruz y Lágrima de Nuestra Señor
La tamborrada de Resurrección de manos de la Cofradia del Descendimiento de la Cruz y Lágrima de Nuestra SeñorAlberto R. RoldánFotógrafos

Este año los tambores llegaron desde la Cofradía de Descendimiento de la Cruz y Lágrimas de Nuestra Señora de Zaragoza. Unos 130 tamborileros -el doble que el año pasado- y unos 300 cofrades, anderos y hermanos conformaron el cortejo completo y recorrieron la calle Alcalá, la Puerta del Sol, la calle Mayor hasta llegar a la Plaza Mayor dónde tuvo lugar el cierre de la Pascua en la capital. Miles de personas acudieron a la cita y entre los asistentes se encontraban el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, junto a la regidora de Zaragoza, Natalia Chueca, la delegada de Cultura, Turismo y Deporte, Marta Rivera de la Cruz, y el concejal de Centro, Carlos Segura, presenciarán la tamborrada.

«En los inicios sólo nos acompañaba el concejal del distrito, pero el aumento de asistentes y el peso que ha ido cogiendo nuestros actos en la Semana Santa ha hecho que desde hace tres nos acompañen los representantes del pueblo de Madrid». En los últimos años, han aumentado de forma considerable los fieles que esperan la llegada de los tambores: «además de ser un acto de fe y un cierre de la Semana Santa, son muchos los turistas que lo ven como todo un acontecimiento», explica López. Desde hace veintisiete años se repite este mismo ritual. La tamborrada se desarrolla al «estilo corralito», es decir, se meten dentro y actúan durante una hora entera. Después de tocar sesenta minutos, los participantes regresan al convento por las calles que rodean el Mercado de San Miguel hasta llegar a la Plaza de Juan Miranda, sin dejar de resonar los tambores.

La tamborrada de Resurrección de manos de la Cofradia del Descendimiento de la Cruz y Lágrima de Nuestra Señor
La tamborrada de Resurrección de manos de la Cofradia del Descendimiento de la Cruz y Lágrima de Nuestra SeñorAlberto R. RoldánFotógrafos

La Real Congregación de Nuestra Señora de la Soledad y Desamparo celebra este año 300 años desde su fundación, lo que la convierte en la segunda hermandad más antigua de Madrid. En la actualidad, cuenta con cerca de 200 hermanos, pero no siempre ha sido así. Desde sus inicios y hasta 2006, el paso de la Virgen de la Soledad salía en ruedas, no en andas. Eso sí, el primer año que lo hizo fue portado por quince anderos y anderas, siendo así el primer paso mixto que salió en la capital. «Despertó tanto interés, hubo tanta afluencia de anderos, que ya en el segundo año la Virgen fue portada por cuarenta personas». Desde la Congregación hacen un balance positivo en cuanto a su evolución: «ha ido a mejor, hemos crecido en número de hermanos y en fe, que es lo principal. Cada vez son más los jóvenes que se interesan y que quieren ser penitentes». Precisamente este año, según apunta el Hermano Mayor, un joven de 24 salió por primera vez como penitente de la Congregación.

La tamborrada de Resurrección de manos de la Cofradia del Descendimiento de la Cruz y Lágrima de Nuestra Señor
La tamborrada de Resurrección de manos de la Cofradia del Descendimiento de la Cruz y Lágrima de Nuestra SeñorAlberto R. RoldánFotógrafos

Ejemplo de ello es también la procesión del Cristo Yacente, que se celebra el Sábado Santo, y que este año ha contado con unos 75 anderos, además de los cofrades, penitentes y hermanos. Este año, la lluvia no les permitió desfilar por su recorrido previsto pero sí salió de forma momentánea de la Iglesia de la Concepción Real de Calatrava. Poco antes de las 18:00 horas, recibieron una visita muy especial pues la Familia Real se unió a los fieles a la salida de la iglesia y pudieron presenciar el paso breve de la Virgen y el Cristo Yacente.

Ya sea maña o manchega, vasca o turolense -de Teruel, por cierto, viene el rito, y de Teruel es Calanda, cuya tamborrada ha sido declarada por la UNESCO Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad-, la catarsis que es el redoble de barriles, tambores, bombos y timbales es la misma: el júbilo descargado sobre la piel que produce ese efecto de pertenencia y mancomunidad sellado por la contundencia de los músicos procesionarios.