Reportaje
Así es Rafael, 30 años donando su sangre que han podido salvar cientos de vidas
Aficionado al deporte, no fuma, no bebe, posee el tipo universal y lleva alrededor de tres décadas como donante. María, paciente de leucemia, es una de las beneficiadas
La vida de María Loeches cambió hace cuatro años, aún en plena pandemia, cuando solo tenía 19 años. «Un día me desmayé en mi cuarto y los resultados revelaron que tenía leucemia, yo ni siquiera sabía qué era», cuenta ella misma. María necesitaba un donante de médula además de numerosas transfusiones de sangre, ya que no respondía al primer ciclo de médula. Por suerte, en el banco de donantes encontraron un perfil 100% compatible: «A partir de entonces cambió mi grupo sanguíneo y mi sangre ya no conserva mi ADN original». De la misma forma, también tuvo que renovar por completo su sistema autoinmune, volviéndose a someter a todas las vacunas de la infancia.
Esta experiencia marcó la vida de María para siempre: Tanto, que decidió cambiar la filosofía por su trabajo actual en un laboratorio, con el fin de devolver lo que ella ha recibido de la medicina. Sin embargo, asegura que esta experiencia no hace que deje de preocuparse por los problemas de cualquier chica de su edad, salvo que ha aprendido a «relativizar, no obsesionarme por el futuro y estar realmente agradecida». Entre los primeros miedos que tuvo que aprender a gestionar estuvo el de poder ser madre algún día o la posible herencia genética que pudiese conllevar, «pero aprendes a priorizarte a ti y tu salud actual por encima de todo».
María está eternamente agradecido a personas como Rafael Curras, quien lleva toda su vida adulta donando sangre: «Perdí a mi padre con solo 17 años y mi madre se quedó a cargo de cinco hijos, con una de ocho años. Imagino que esa experiencia me marcó. Desde los 18, lleva cerca de 30 años donando su sangre, litros y litros para salvar vidas. Sin embargo, él está convencido de que el anonimato debe mantenerse en este tipo donaciones: «Puede que cuando eres joven sientas la necesidad de recibir una medallita, pero con el tiempo entiendes que eso no tiene ningún valor». Además, sus condiciones son inmejorables. Es del grupo sanguíneo donante universal y además, asegura que nunca ha fumado ni bebido, mientras que siempre ha practicado deportes como el submarinismo. A diferencia de lo que se pudiese pensar, dice que cuando comenzó a donar sangre su cuerpo respondió favorablemente y se recuperaba a mayor velocidad. Así lleva donando una vez al mes durante más de dos décadas.
Pero la generosidad de Rafael no tiene límites. Ya ha iniciado los trámites para autorizar la donación de sus órganos el día que puedan conceder una segunda vida. Aunque sea un acto totalmente altruista, anima a ser constante con este tipo de compromisos, ya que las donaciones de sangre en Madrid descienden hasta en un 40% durante el verano. Para contrarrestarlo, él desarrolla sus propias campañas de comunicación, invitando a todo el mundo que conoce a seguir su ejemplo. Aunque también reconoce que cuando se ha necesitado un esfuerzo puntual, «la sociedad ha respondido», dice recordando episodios como el 11-M.
Aunque Rafael se quita méritos asegurando que solo devuelve a la sociedad parte de lo que ha recibido, María sabe bien de la importancia que tiene su generosidad. Aún recuerda cómo le comunicó la noticia a su hermano pequeño: «Él no sabía cómo encajarla y yo no sabía cómo responder cuando me preguntó si me iba a morir», asegura. «Nunca he creído en la filosofía de sentirme en una lucha o como si fuese un héroe. Yo opté por el camino de la fe y ponerme en manos de Dios, ya que era algo que escapaba de mi control. Además, siento que experimentar dolor físico me acercó a la cruz», añade. De la misma forma, con sus amigas optó por ser igual de transparente: «Creo que también hay que compartir el dolor, fingir que siempre estás bien no te hace más fuerte». Distinta circunstancia fue la de su hermano mayor: «Él es militar y estaba de misión en el Líbano, por lo que le costó más asimilar la situación. Pero los médicos no tuvieron ningún problema en hablar con él por videollamada y aclararle todas las dudas».
Casualmente, antes de su grave diagnóstico María ya estaba concienciada: «Yo ya era donante de sangre e inicié el proceso para ser donante de médula durante mi trabajo como socorrista». Asegura que los resultados de sus primeras analíticas «eran casi incompatibles con la vida». María tenía un 90% de sus células sanguíneas cancerígenas.
Tras recuperarse, decidió abandonar la filosofía, marcada por la vocación de los sanitarios que la atendieron, médicos, hematólogos, enfermeros... «Hicieron todo lo posible para que saliese adelante», dice. Además, dado que solo tenía 19 años, algunos de los residentes que la atendían tenían casi su edad, lo que pudo hacer que empatizaran de una forma más especial con su caso. Ahora, en el laboratorio recibe casos como el suyo.
La Comunidad de Madrid recuerda la importancia de donar sangre en verano, teniendo en cuenta que las aportaciones en la primera quincena de julio han descendido un 25% y, en lo que queda de mes y todo agosto, es previsible que esta disminución llegue a un 40 por ciento, como ha sucedido en ocasiones anteriores.
La trascendencia de la sangre se refleja en que un trasplante de hígado precisa entre 30 y 200 entregas y llega hasta 250 en el caso de las enfermedades graves. En la región, hasta 38.000 unidades de este tejido -formado por una parte líquida, el plasma, y otra sólida, que incluye distintos tipos de células pueden ser requeridas cada año para la realización de cirugías.
Necesidades cubiertas
La consejera de Sanidad, Fátima Matute, subraya estos datos en su visita al Centro de Transfusión de la capital, donde ha mantenido un encuentro con profesionales y donantes en el que ha podido escuchar testimonios que avalan la repercusión de este gesto altruista.
Matute destaca que, a fin de poder cubrir los requerimientos hospitalarios, «en una situación normal se recogen 900 bolsas de sangre diarias, mientras que en verano se obtienen en torno a 600». No obstante, a pesar del descenso estival, las necesidades de plaquetas quedan cubiertas. «Sin embargo, es importante no bajar de esa cifra. Este componente sanguíneo tiene una vida de cinco días y se usa en el tratamiento de leucemias, cáncer, enfermedades de coagulación o trasplantes, entre otros», añade.
Los requisitos básicos para ser donante son tener entre 18 y 65 años, pesar más de 50 kilos y gozar de buena salud. Se trata de un proceso sencillo que no dura más de 20 minutos y que se puede repetir cada 8 semanas, siempre y cuando no se haga más de 4 veces en un periodo de 12 meses, en el caso de los hombres, y tres en las mujeres.
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