Historia

De cómo fue excomulgado el Ayuntamiento de Madrid en 1567 (I)

Algo turbio ocurrió con Toledo y Roma, que se proclamó una excomunión contra el Corregidor y los regidores de la Villa

Pintura del siglo xvii del Real Alcázar de Madrid
Pintura del siglo xvii del Real Alcázar de MadridLa razón

Como ha de ser sabido, los creyentes pagaban a la Iglesia varios tributos. El pago de estos tributos se hacía en recíproco reconocimiento de las funciones sociales que se desempeñaban. Así, si se abonaba diezmo era porque el «laborator» aceptaba –y exigía– a la Iglesia que cumpliera con su papel de «orator». Aquel trabajaba y pagaba impuestos, sí: pero este rezaba y le instruía para la salvación eterna de su alma.

Sobre el diezmo ya se habla en el Antiguo Testamento («Y le dio Abram el diezmo de todo» en Génesis, 14/20), siendo costumbre tan arraigada en el mundo judío que en el Nuevo Testamento, según he oído decir, no había ni que regularlo.

El pago del diezmo se hacía en especie y venía a representar aproximadamente, y como su propio nombre indica, un diez por ciento de toda la producción agropecuaria. Había dos tipos de categorías de diezmo: el «mayor», al que quedaba sujeta la producción común, tal como la de cereales, vinos, aceites ganado mayor y menor y el diezmo «menor» que era, por decirlo así, el de la producción agropecuaria de la que se podía prescindir o cambiar; la producción local: aves de corral, legumbres, hortalizas, miel, etc.

De lo que se percibía por diezmo, en principio, un tercio iba destinado a la obra y fábrica de las iglesias; otro tercio se destinaba a sufragar gastos del personal eclesiástico y, finalmente, con la otra parte se cubrían las necesidades capitulares.

El sistema de cobro fue tan complejo como sustanciosas las entradas que suponía este tributo. Así, desde abono directo por parte del campesino, hasta intermediarios en la cobranza (arrendadores de diezmo), una tupida tela de araña de pagadores, intermediarios y perceptores se veían involucrados en este servicio a la Iglesia, tan protestado y burlado, como reglamentado. Lógicamente, el incumplimiento del pago o el eludirlo de cualquier manera, iba penado de diferentes formas, siendo la más grave, la excomunión.

En Trento, en la sesión XXV, que transcurrió entre el 3 y el 4 de diciembre de 1563, se dispuso que «los diezmos se deben pagar enteramente; y excomulgar los que hurtan o impiden socorros piadosos que se deben proporcionar a los curas de iglesias muy pobres» (ses. XXV, cap. XII).

La Monarquía fue logrando que de la inmensa cantidad de dinero que recibía la Iglesia por diezmos, una parte recayera en sí, para costear guerras contra herejes o infieles. En efecto, desde los Reyes Católicos y más aún desde Carlos V se logró un «rediezmo» o, en teoría, que el diez por ciento del diezmo volviera a la Corona. El problema estaba en saber, a ciencia cierta, cuánto se cobraba de diezmo y por ende cuánto era el rediezmo para la Corona.

El pago del rediezmo dio muchos problemas. Tantos que fue una contribución que pasó a segundo plano, mientras que se crearon otras ayudas de la Iglesia a la Corona para que siguiera defendiendo sus territorios contra infieles y herejes. Así, en 1567 del diezmo se extrajo el «excusado», esto es, la cantidad que debía pagar el parroquiano más rico, que pasó a la Corona. En 1579, el «diezmo de novales», cantidad que se imponía a las tierras irrigadas, pasó a Felipe II, y así más y más.

Además de los litigios generales (Corona-Papado), los había particulares (municipios-obispados/parroquias). En cualquier caso, en 1837 tuvo lugar la primera abolición parcial del diezmo y en 1841 se dictó su abolición definitiva. El caso es que por culpa de las disputas del rediezmo que el arzobispado de Toledo debía entregar a Madrid, el Ayuntamiento de la Villa fue excomulgado.

Hay constancia de que ya en 1544 había discusiones sobre la cantidad que había que pagar de rediezmo. Y, más aún, el delegado municipal en Roma ya hablaba en 1561 de los problemas del rediezmo y que tras su muerte (accidente que no nos preocupa ahora), a su hijo se le pidieron los papeles que tuviera el padre sobre el rediezmo.

Algo turbio ocurrió en las negociaciones entre Madrid y Toledo, o Madrid y Roma, que se proclamó una excomunión contra el Corregidor y los regidores de Madrid que eran los responsables del nombramiento del delegado de Madrid en Roma.

Alfredo Alvar Ezquerra es profesor de investigación del CSIC