Distrito a distrito
Hortaleza: seis siglos de historia de un barrio reivindicativo
Recorremos los lugares más emblemáticos del barrio para descubrir lo que un día fue y lo que motivó que hoy sea como lo conocemos gracias a la iniciativa municipal Pasea Madrid
Situado al noreste de la ciudad, encontramos el contemporáneo distrito de Hortaleza. Este se desarrolló a partir del núcleo de la antigua villa que también llevaba su nombre y que estaba situada en la loma formada por la divisoria entre los ríos Manzanares y Jarama. Aunque su fundación se remonta al siglo XIII, la primera vez que aparece mencionado como tal es en textos históricos de 1360. Se sabe que era un lugar, que como su nombre indica, en el que su vida se basaba sobre todo en la agricultura y la ganadería. Pero existen dos hipótesis respecto al origen de su nombre: el primero, por las hortalizas que desde allí se llevaban hasta la capital; y el segundo, por fortaleza, al encontrarse en lo alto de una loma. Ya en tiempos de Felipe II, el rey que instaló en Madrid la capital, estas tierras se convierten en realengo y se destinaron a desarrollar la agricultura y ganadería. Hasta que en el siglo XVII, con motivo de la crisis, todos estos terrenos se ponen a la venta convirtiendo este lugar en fincas de recreos de condes.
La primera y que aún perdura, es la Finca de la Huerta de la Salud. Conocido en la actualidad como Parque de la Huerta de la Salud, destaca por preservar una puerta monumental de estilo neoclásico –que daba acceso a la finca y datada en 1744–y un Silo como testimonios de la historia del lugar. Y propiedad entonces de Don Martín Fernández de Velasco, XII Duque de Frías y de otros ocho títulos nobiliarios. En la actualidad, desempeña una función muy distinta. Donde entonces guardaban los animales, ha pasado a ser un centro de mayores y la actual biblioteca municipal, era el espacio que se usaba para conservar los utensilios de labranza. Por su parte, el Silo es utilizado hoy como centro de interpretación y permite a todos los visitantes disfrutar de una increíble panorámica donde poder divisar las cinco torres, las torres Kio, la catedral ortodoxa o el estadio Metropolitano.
No muy lejos de allí, exactamente en el número quince de la calle Arzúa y del empedrado de la era entre la Calle Azagra y Virgen del Carmen podemos encontrar restos de la antigua noria y el pozo del barrio, habitual hasta mediados del siglo XIX en Madrid. Pero debemos remontarnos un siglo atrás, para comprender la historia del barrio y contextualizar un espacio de gran valor para los vecinos. En el siglo XVIII, las mujeres de los pueblos de Hortaleza y Canillas tenían por oficio lavar la ropa de las familias adineradas de la capital, una actividad que se remontaba al siglo XVI. Cada día, transportaban la ropa cargada a lomos de pacientes mulos y burros que hacían el viaje de ida y vuelta a la capital. Eran dos los lavaderos existentes entonces, pero su ruinoso estado obligó al Ayuntamiento a cerrarlos y no fue hasta bien entrado el siglo XX, el 25 de octubre de 1931, cuando abrieron el nuevo, que aún se conserva en perfecto estado. A día de hoy, es considerado el antiguo lavadero de Hortaleza. Estuvo en funcionamiento hasta la década de los 70 y fue con la llegada de agua corriente a las casas, cuando quedó en desuso. Son muchas las vecinas que aún recuerdan cómo hace algo más de cincuenta años acudían hasta allí para lavar sus ropas.
Y es que si algo ha caracterizado siempre a la población del barrio es su carácter luchador y reivindicativo. No hay que olvidar que durante la época de Franco y para combatir el chabolismo, surgieron las unidades vecinales de absorción (UVA), también en Hortaleza. Un proyecto temporal para que esos miles de vecinos fueran realojados. Los arquitectos de la Organización Sindical del Hogar y la Arquitectura fueron los responsables de proyectar seis UVA durante el verano de 1963. En Vallecas, Pan Bendito, Fuencarral, Canillejas, Villaverde y Hortaleza. Fernando Higueras, responsable de esta última fue premiado solo seis años más tarde en el décimo Congreso de la Unión Internacional de Arquitectos como uno de los doce poblados más humanos del mundo. Medio siglo después, aún cientos de personas aguardan es estas casas bajas, de 45 metros cuadrados y con pocos recursos a ser realojadas en unos pisos nuevos que no llegan.
Otro ejemplo de la arquitectura de la época y muy presente en el barrio, es sin duda, el Convento de Nuestra Señora de Loreto o el también conocido como el de las Madres Ursulinas. Construido en ladrillo macizo de color rojo, destaca por también haberlo escogido para decorar su fachada. Su monumentalidad y altura estaban en armonía con el Palacio de Buenavista construido a pocos metros. Aún en pie, podemos observar la edificación en ladrillo y estilo similar que unía el convento con el palacio, reducido a cenizas por el voraz incendio sucedido en octubre de 1949. Durante su construcción, los vecinos estuvieron tan molestos debido al trasiego de materiales que las religiosas decidieron donar los faroles que iluminaron las calles del barrio durante décadas. También, vendieron las estatuas del siglo XVIII que embellecían los jardines por no ser imágenes apropiadas para las jóvenes novicias y alumnas. El edificio se reconvirtió en cuartel durante la Guerra Civil. Nunca más volvió a ser convento, ni las Ursulinas volvieron tras cincuenta y siete años de habitarlo.
Fue también en los setenta cuando «El Garnacho» echó el cierre. Una taberna donde los hortalezanos disfrutaban el vino que almacenaban allí mismo en grandes tinajas y que servían en jarritos cerámicos. Era famosa por tener una cueva donde maduraban de modo natural el caldo hasta su venta y su popularidad hizo que turistas procedentes de otros puntos de España y del extranjero fueran hasta allí para paladearlo. Se encontraba ubicada en la que hoy se conoce como la Plaza del Doctor Calvo Pérez, un recuerdo al médico del pueblo, Don Agustín, que durante cuarenta años de oficio se ganó el cariño de los vecinos. Y al que se le concedió en 1960 la Medalla del Mérito Civil por su dedicación médica y humanitaria. También en esta plaza, encontramos la antigua escuela del pueblo. Abrió sus puertas en 1934 y era conocida popularmente como la Escuela de la Plaza de la Constitución a la que solo asistían niños pues las niñas recibían las clases en «La Humanitaria». Durante décadas fue la escuela de generaciones de hortalezanos, pertenecientes a familias cuyos padres se empleaban en la agricultura y en la construcción.
Y como todo pueblo, Hortaleza también cuenta con su Iglesia. Ubicada en el casco histórico, encontramos la Iglesia de San Matías. El primer edificio de estilo neomudéjar construido en la capital y que se caracteriza por el empleo del ladrillo rojo, arcos polilobulados y franjas decorativas realizadas con el mismo material. Además, está declarada Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid. Algo más apartado del núcleo urbano, en un terreno elevado como era costumbre y cerca de la iglesia principal del municipio descubrimos el antiguo cementerio. Allí mismo y rodeada entre pinos encontramos la antigua Ermita de la Soledad. Son muchas las ermitas que en el pasado existieron bajo la advocación de Nuestra Señora de la Soledad, María madre de Jesús, en el trance doloroso de la pérdida de un hijo. En Hortaleza, sirve de acceso al camposanto. Tras muchas décadas de disputas en cuanto a su propiedad y la falta de fondos para su preservación, son los propios vecinos los que en la actualidad lo cuidan, mantienen y gestionan.
Para acabar este recorrido para conocer el barrio que ofrece el programa Pasea Madrid, hacemos un alto en un espacio que despierta gran interés en los paseantes es la villa que actualmente es sede de la Junta Municipal del distrito. Conocido popularmente como Palacete Villa Rosa, se trata de un impresionante edificio blanco de estilo ecléctico con jardín que fue residencia de la familia Homs. En los cuarenta pasó a manos del empresario Tomás Pajares, quien reconvirtió la villa en un espacio de ocio y zonas de descanso. El lugar conocido como Parque Jardín Villa Rosa fue un referente para una élite social y personajes del mundo del espectáculo durante veinte años. Al finalizar el verano de 1960, se cerró de forma definitiva y tras décadas de abandono, fue rescatado por el Ayuntamiento que adquirió y remodeló la propiedad para abrirlo como edificio público municipal en junio de 1990, siendo alcalde don Agustín Rodríguez Sahagún. En la actualidad, es posible conocerlo por dentro gracias a las visitas guiadas programadas.
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