Entrevista

José Manuel Ciria: «Busco incendiar la mirada del espectador y después reclamar el silencio»

El artista presenta en Madrid «Fuego y Silencio», que estará disponible hasta el 10 de diciembre en Distrito 001

El artista José Manuel Ciria
El artista José Manuel CiriaCedida

El artista José Manuel Ciria (Manchester, 1960), una de las voces esenciales de la pintura abstracta española, regresa a Madrid con «Fuego y Silencio», muestra que acoge la Galería Distrito 001 hasta el 10 de diciembre. Así, tras décadas de trayectoria internacional en Nueva York, Londres o Berlín, Ciria ofrece un recorrido vibrante por tres de sus series más recientes –Máscaras de la Mirada, Psicopompos y Procedimientos–. Todas sus obras invitan al espectador a encender la contemplación y a escuchar el murmullo del color cuando el ruido se apaga.

«Fuego y Silencio» es un título poderoso. ¿Qué idea encierra?

Desde el principio quise «incendiar la mirada». Reunir una selección de obras que se agarrasen a las pupilas y, al mismo tiempo, abriesen un espacio de reflexión. Después del fuego llega el silencio, ese momento en que el espectador puede distinguir los distintos grupos de trabajo, las huellas y tensiones que los separan. Hay que quemar algo para escuchar el crepitar de las llamas. La exposición actúa en dos planos: la contundencia visual y la reflexión callada. Es también la muestra de que el resultado de años de experimentación supera el espacio físico de la galería.

En la exposición confluyen tres series distintas. ¿Cómo dialogan entre sí dentro del espacio expositivo?

Siempre he sentido la necesidad de mostrar la confrontación que existe en mi propio sistema de trabajo. No me gusta encerrarme en una sola serie. Trabajo simultáneamente en varias formulaciones y eso me otorga libertad para extraer conclusiones entre unas y otras. Pertenecen a familias diferentes, pero mantienen una misma lógica pictórica. En el espacio se produce una tensión perceptible, una conversación constante entre iconografías.

Dice que «cada trazo es huella y cada accidente, memoria». ¿Qué papel juega el azar en tu proceso creativo?

Trabajo con lo que llamo azar controlado. Provoco un paisaje donde los accidentes plásticos pueden suceder, pero mantengo el dominio de la composición. No puedo controlar el recorrido de las manchas ni las texturas que surgen cuando empleo pintura líquida; el cuadro se autoconstruye, y yo simplemente vigilo. Después, cuando el lienzo se estabiliza, la pintura se convierte en memoria. Si surge una corrección, nunca puedo imitar el lenguaje del azar natural, por eso la corrección se transforma en huella reconocible dentro de mi iconografía. Es mi manera de dejar constancia del paso del tiempo.

Madrid ha sido una ciudad clave en tu trayectoria. ¿Qué significa volver a exponer aquí?

Siempre es una mezcla de trabajo, sufrimiento e ilusión. He vivido muchos años fuera, pero Madrid es mi ciudad. Aquí está mi familia y también mi alma. Me gusta pensar que esta muestra es una celebración de ese vínculo, de un regreso que no es nostálgico sino vital.

Habla de la vigencia de la pintura en la era digital. ¿Cómo la defiende frente a las pantallas?

La pintura siempre ha tenido una fortaleza extraordinaria. Aunque algunos quieran darla por muerta, sigue ahí, resistiendo modas y tecnologías. Que haya coleccionistas interesados en imágenes digitales me parece fantástico, pero creo que la moda pasará. La pintura permanecerá. La introspección y la fisicidad que provoca un lienzo no pueden reemplazarse por una pantalla. La pintura obliga a mirar de otra manera, sin intermediarios, con el ojo y el cuerpo. Esa experiencia directa es insustituible.

Sus cuadros parecen debatirse entre caos y orden, emoción y estructura. ¿Cómo logra ese equilibrio?

Me interesan las posturas antitéticas. La mancha libre y el orden geométrico, el gesto y la estructura. No busco la belleza como objetivo, sino una armonía visual que nace de la composición. La pintura es tensión, y la tensión mantiene viva la imagen. Me gusta pensar que mis obras respiran ese equilibrio precario entre lo controlado y lo incontrolable, como si cada cuadro fuera un campo de batalla entre lo emocional y lo racional.

El espectador ocupa un lugar activo en su propuesta. ¿Qué espera del público madrileño?

Espero calor y disfrute pausado. Las artes no existen sin contemplación. Quiero que el público se detenga, que observe cada textura y cada accidente, que compare las iconografías y entienda que detrás hay una investigación constante. Esta exposición es una fiesta para la mirada, pero también una invitación al pensamiento. El placer estético y el conocimiento pueden convivir; lo importante es ir sin prisa, con los ojos abiertos.

Sus series parecen estar siempre en evolución. ¿Cada exposición cierra una etapa o abre otra nueva?

Las exposiciones son como paradas en el trayecto. Me permiten observar lo que ocurre en mi mente, comprobar aciertos y errores. No las concibo como finales, sino como espacios de análisis. La evolución es un motor que me empuja a ir más allá. Para mí, cada muestra es una oportunidad de riesgo. Para los demás, tal vez sea la confirmación de un nombre o un estilo, pero para el artista es un espejo donde ver si aún tiene la capacidad de sorprenderse.