
Historia
La joya cultural de la «milla de oro» de Madrid
Un museo que rivaliza con El Prado al albergar una de las grandes colecciones privadas de Europa

Madrid alberga museos y palacios que son un compendio de la historia del arte... y un ejemplo de coleccionismo. Desde un Museo del Prado que comenzó y nació para albergar las colecciones de los Reyes hasta un Centro de Arte Reina Sofía que muestra lo mejor y más innovador del arte contemporáneo. El Museo Lázaro Galdiano, a decir de los expertos, está a un nivel similar a estos buques insignia de la cultura. Y todo en un palacio que es memoria viva de un Madrid que albergaba un buen número de mansiones y colecciones privadas. Muchas de ellas jalonaban el Paseo de la Castellana. Esta que nos ocupa está en plena «milla de oro» de Madrid, aunque un tanto alejada de la zona más comercial. En su origen, como apuntamos, estuvo la iniciativa privada, por más que hoy en día esté bajo el paraguas del Estado.
Alberga una amplia y heterogénea colección, formada con interés enciclopédico de sus mecenas hacia todas las artes y técnicas. Este excepcional conjunto, constituido por más de 12.600 piezas, fue reunido por el coleccionista y editor José Lázaro Galdiano, quien al morir en 1947 lo legó al Estado, junto con su residencia madrileña, la sede de su editorial La España Moderna y una biblioteca de 20.000 volúmenes.
Con el paso del tiempo, tras crearse la Fundación Lázaro Galdiano y adaptarse como museo la antigua residencia del donante , denominado Parque Florido, en pleno barrio de Salamanca, la colección se presentó al público el 27 de enero de 1951. Desde entonces su prestigio entre los entendidos se ha extendido ampliamente, y sus fondos se consideran indispensables para estudiar muchos aspectos de la historia del arte.

Por aquello de que el paso del tiempo tiene diferentes consecuencias en los bienes inmuebles, el museo fue reformado íntegramente entre los años 2001 y 2004 para poder conservar adecuadamente sus fondos y hacer la visita más cómoda y centrada en las piezas de máxima calidad. Algo que se ha logrado con criterios museístico, ya que antes estaba dispuesto en atención a la voluntad y gusto de su propietario. Hoy en día hay abiertas al público cuatro plantas, enteramente remozadas respetando los techos y carpinterías originales.
Entre las obras maestras que forman parte de la colección destacan por su excepcionalidad una tabla de El Bosco que representa a San Juan Bautista recostado junto a una mandrágora; El Aquelarre, pintura que Goya realizó para El Capricho, residencia de los Duques de Osuna; y Salvador Adolescente, misteriosa imagen de Cristo atribuida a uno de los discípulos de Leonardo da Vinci.
De las escuelas extranjeras destaca la flamenca y de los Países Bajos, con cuatro tablas de Adriaen Isenbrandt, una interesante Virgen con el niño de Gerard David, además de muchas otras tablas y pinturas. Algo similar, que tiene parangón, con la colección de obras de distintas escuelas italianas. Posee además un pequeño conjunto de pintura británica, una escuela muy poco frecuente en España; de hecho el Museo Lázaro Galdiano y el Prado eran (hasta la apertura del Museo Thyssen-Bornemisza) los dos únicos museos españoles con una colección significativa. Incluye ejemplos de Lely (el único del siglo XVII, los demás son del XVIII), Constable, Reynolds y Romney, a los que se suma un retrato del estadounidense Gilbert Stuart.
Destaca también la rica colección de iluminaciones o miniaturas pintadas, que rivaliza con la del Prado. Las joyas y esmaltes cuentan también con una representación múltiple de obras helenísticas y romanas, árabes, góticas, renacentistas, barrocas y románticas. Y como colofón, una magnífica colección de armaduras y armas de todo tipo. Un compendio de arte que brilla a un paso de la «milla de oro».
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