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Medio Ambiente
Armonía
En las últimas semanas y en medio de la pandemia, en esta columna de «Planeta Tierra» hemos ido viendo diversas teorías sobre el Universo, en cuanto a su configuración y evolución, y tal vez su carácter antrópico. Para preguntarnos, al final, si la especie humana con sus muchos excesos a corregir, es la única presencia inteligente capaz de observar e interpretar la inmensidad del cosmos.
En cualquier caso, tenemos claro que salir la humanidad del sistema solar, y simplemente seguir viaje por la Vía Láctea y no más allá, es un asunto que no podrá resolverse nunca. O si acaso, en varios miles de años de progresos casi inimaginables hoy.
En consecuencia, con cierta humildad, hemos de hacer todo lo necesario para que el planeta Tierra, se conserve lo mejor posible, para nosotros mismos y las generaciones venideras: poseemos la más grandiosa y vulnerable de las joyas del universo conocido. Empezando por lograr la paz perpetua -propuesta por Kant en 1795 con su célebre ensayo- y la armonía universal de presente y futuro. ¿Está la humanidad ya en la edad de la razón para asumir un propósito así? Estamos globalizados, y para bien o para mal, esa interpenetración funcional y distorsional va a proseguir indefinidamente: volver a la compartimentación de unas fronteras nacionales erigidas de obstáculos, carece de todo sentido. Además, existe todo un repertorio de soluciones para los problemas que nos acosan. Por ejemplo, el Protocolo de Montreal de 1987 está permitiendo resolver el agujero de ozono. En tanto que el Acuerdo de París de 2015, si se cumple -y todas las razones están en favor de que así sea-, puede hacer posible la descarbonización de la sociedad humana y sus aledaños. Lógicamente, quedan otras cuestiones formidables por superar. Las iremos viendo.
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