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Medio Ambiente

Guerra y paz

Ramón Tamames
Ramón Tamames Cristina BejaranoLa Razón

En estos días de guerra en las estepas de Ucrania, de las tierras más feroces del mundo (el célebre ternotium), se recuerda la más célebre de las novelas de Tolstoi, «Guerra y paz», evocadora de los tiempos de la invasión napoleónica, que acabó –junto con la invasión de España y la guerra peninsular– con la hegemonía que pretendía el Gran Corso.

Ahora la guerra la ha provocado Putin, émulo de un Stalin trasnochado, deseoso de mantener incólume el imperio del Zar recocido en el sistema soviético. Y ya en el séptimo mes de hostilidades, Moscú lleva las de perder ante los ucranianos. Putin no será Pedro el grande, y menos aún el Kutuzov del siglo XXI.

¿Cuándo terminarán de rugir misiles y obuses? se pregunta todo el mundo cada día que pasa. «La guerra será breve, porque los recursos bélicos no son inagotables, y el derroche está siendo profuso». Así se dijo al principio de las operaciones bélicas, pero los stocks armamentistas postsoviéticos eran gigantescos (y obsoletos en buena medida), y Ucrania está recibiendo «armas por un tubo», incluso con la posibilidad de que lleguen sofisticados blindados Leopard de Alemania.

Pero está siendo cada vez más claro que la guerra, finalmente, no puede durar mucho más. Los grandes aliados de Putin, hasta ahora, como Erdogan en Turquía, y el propio Xi Jinping en Pekín, van dando a entender – también India– que «no es tiempo de guerras» y que el tiempo de muerte a sangre y plomo debe tocar a su fin.

Además, la paciencia del pueblo ruso empieza a agotarse, y la idea de movilizar 300.000 hombres más puede ser un espejismo: ya serán más de 300.000 los que han elegido su forma de actuar: marcharse de Rusia. Y de la amenaza nuclear de Putin, ¿qué cabe esperar?

¿Demasiado para Gálvez, que se diría por aquí?