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Planeta Tierra

Don Juan y don Amancio

Para empresarios sabedores de la importancia de las máquinas y del pensamiento, los británicos.

Ramón Tamames
Ramón TamamesCristina BejaranoLa Razón

Para empresarios sabedores de la importancia de las máquinas y del pensamiento, los británicos. De cuando en la revolución industrial de finales del siglo XVIII y primera mitad del XIX, surgieron los telares automáticos de lanzadera volante, o las bombas de vapor para achicar agua y trabajar en las minas de carbón, o del ferrocarril para a toda velocidad acortar distancias… Y de tantas otras cosas que cambiaron el mundo.

En España, hoy, en medio de muchos otros, tenemos dos empresarios, revolucionarios, que son Amancio Ortega y Juan Roig. Al frente de Mercadona, Roig es un gigante de la distribución que cabe parangonar con Walmart de EE.UU. Buscando siempre, en sus “supermercados de confianza” el mejor producto con buenos precios, merced a los interproveedores, que tienen contratos de suministro a largo plazo. Así Mercadona se ha convertido en la mayor empresa de España en distribución alimentaria, y es objeto de “estudios de caso”, y también de alguna tesis doctoral, en las Escuelas de Negocios. Con apoyo decidido de Juan Roig a los empresarios jóvenes, creadores de “start ups” de tecnología avanzada e innovación comercial.

El caso de Amancio Ortega es también singular, con Zara y otras marcas de Inditex, que le hicieron pasar de tener un pequeño taller en Coruña, a ser una empresa apreciada a escala mundial en materia de ropa a la moda. Ideando para toda España una más que generosa fórmula de apoyo a la sanidad pública, con máquinas de diagnóstico y tratamiento de alto coste y gran eficacia. Resultado: el vergonzante menosprecio ignaro y burocrático por parte de algún ministro del gobierno de Sánchez; con el perverso resultado de que parte de ese valioso equipo médico se desprecia con la más baja utilización.

Don Juan y Don Amancio son dos emprendedores poco frecuentes, que en vez de ser objeto del ataque irracional desde los pobladores de La Moncloa, los días martes, deberían ser considerados como casos de verdadero patriotismo; y de búsqueda del bien común para sus conciudadanos.