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Opel Grandland GS: equilibrio franco-alemán
La versión 1.2T XHT Hybrid eDCT6 incorpora un nuevo motor más eficiente que rinde 136 cv
El Grandland es ya un veterano modelo de la nueva Opel, es decir, del periodo que ya forma parte del gigantesco Grupo Stellantis, cuyo embrión, para los que desconocen los intríngulis del actual mundo automovilístico, es el grupo PSA (Peugeot – Citroën), que ha sumado en los últimos años un asombroso conglomerado de marcas (Abarth, Alfa Romeo, Chrysler, Citroën, DS, Fiat, Jeep, Lancia, Maserati, Opel, Peugeot, Ram y Vauxhall).
Con esta pertenencia, los modelos de Opel y especialmente este Grandland han recibido la tecnología matriz del grupo, especialmente plataformas y grupos propulsores, de modo que en este SUV de tamaño medio se entremezclan aportaciones alemanas y francesas que hoy conjugan un buen equilibrio franco-alemán. Comparte, por ejemplo, numerosos elementos con el Peugeot 3008. Este Opel Grandland, a punto de ser relevado por una nueva generación, contiene en el final de su vida la mejor de las opciones para hacerse con uno de ellos al final de su ciclo, casi siempre el mejor momento para hacer una buena compra, tecnológicamente madura y regularmente ausente de problemas por su larga experiencia productiva. El SUV hereda de la parte alemana la robustez y la seriedad de un diseño interior y exterior que resiste bien el paso del tiempo, probablemente algo mejor con el nuevo frontal para todos los modelos de Opel. La última novedad añadida al veterano Grandland es la nueva hibridación de Stellantis, basada en la tecnología de 48 voltios, la denominada ligera o «mild hybrid» (MHEV) sobre el motor tricilíndrico 1.2 del grupo, aunque profundamente renovado para mejorar su funcionamiento y durabilidad, ya que incorpora casi un 50% de piezas nuevas. El nuevo motor, con 136 caballos, llega para sustituir al problemático Puretech, al menos en su último ciclo de vida, desde la incorporación del filtro de partículas, cuya debilidad principal ha estado en la distribución por correa bañada en aceite, ahora sustituida por una de cadena. El nuevo motor, que mantiene la arquitectura, cambia el ciclo Otto por el Miller, especialmente eficiente en el rango de revoluciones medias, lo que, unido a la micro hibridación, es decir, al apoyo de un pequeño motor eléctrico para los regímenes menos eficientes, hace que esta combinación motriz gane en todo a la predecesora.
El nuevo motor es ayudado por un motor eléctrico de 28 caballos (21 kW) situado en la transmisión de doble embrague de seis relaciones, también de diseño específico para la hibridación, cuya función principal es la de ayudar al motor térmico en las arrancadas, esa fase en el que de consumo de combustible es más elevado, o en los momentos en los que se necesita de una urgente recuperación del ritmo. Con esta combinación, Stellantis ofrece dos potencias, 100 y 136 caballos, ésta última la utilizada en el Grandland. En ambas el motor eléctrico es el mismo y su alimentación está a cargo de una batería ubicada debajo del asiento del conductor de una capacidad neta de 0,5 kWh, con una tensión de trabajo de 48 voltios. A la batería se le da una garantía de ocho años o 160.000 kilómetros.
La nueva solución microhíbrida de Stellantis reduce el consumo entre un 15% y un 25% en relación a los motores Puretech de arquitectura tricilíndrica, lo que puede suponer hasta más de un litro de ahorro cada 100 kilómetros.
En la prueba dinámica de esta unidad híbrida de 136 caballos se confirma un buen funcionamiento del tren de potencia, con una sonoridad muy reducida y unos registros de consumo interesantes. Con una conducción esmerada se pueden reducir los registros homologados sin mucha dificultad. Todo dependerá de la habilidad del conductor.
La recarga de la batería se produce en las desaceleraciones, en las que llega a hacerse innecesaria la utilización del freno porque el motor eléctrico es el encargado, en modo de funcionamiento inverso, el encargado de hacer posible la recarga, aunque con el freno también actúa el sistema de recuperación de energía.
Las transiciones de entrada en funcionamiento del motor eléctrico en solitario o en combinación con el térmico son imperceptibles y de ello también se encarga una transmisión de doble embrague de seis relaciones que también es muy suave en los saltos entre relaciones de cambio.
Las sensaciones de utilización de este motor son francamente mejores que las obtenidas con el motor Puretech. Más suave, empuja más y es mucho más frugal.
El Opel Grandland es un SUV sencillo, funcional y fiable, además de fácil conducción, con un grado de confort muy aceptable. Las maneras del Grandland sobre asfalto son buenas. La rodadura es silenciosa, gracias a una buena insonorización del habitáculo y a un ajuste del chasis que absorbe con más eficacia de la esperada las irregularidades del firme, incluso, los accidentes del terreno de las pistas de tierra, por las que puede circular siempre que los obstáculos no sean demasiado abruptos.
Una objeción al Grandland es el precio de compra, aunque no de los más elevados. El problema de las actuales tarifas es común para el resto de las marcas del mercado, que hacen ya de prácticamente cualquier automóvil un artículo de lujo.
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