Opinión
El éxtasis
Colgada de una pared en el K2, a 8.400 metros de altitud, Edurne Pasabán fue consciente, por primera vez en su carrera de alpinista, de que podía morirse allí, atrapada, en la oscuridad de la noche, con un frío de mil demonios, y optó por ser positiva. «Detrás viene Oyarzabal y me ayudará». Poco a poco fue quedándose dormida. Entraba en la muerte dulce, sin dramas, éxtasis irreverente, confiada, no resignada. Cuarentena y cinco minutos después Juanito la rescató del sueño eterno. No ha dejado de escalar. «Me estaba estrangulando, notaba que me faltaba el aire; pero aguantaba. Me propuse no claudicar. No quería rendirme y cuando quise reaccionar y dar las palmadas para que el judoca me soltara, no tuve fuerzas. Me sumí en un sueño profundo y vi ese túnel del que hablan cuando te mueres. Lo vi», cuenta Isabel Fernández, otra deportista de élite, medalla olímpica. Su sensación, tras perder el conocimiento, resultaba placentera, pero nada tenía que ver con el éxtasis, eso que persigue el Atlético en Lyon.
La felicidad que buscan los seguidores colchoneros después de cuatro años sin tocar pelo. Ganar al Marsella será el comienzo de otra peregrinación a Neptuno; perder no será una muerte lenta, bobalicona, sino un viaje de regreso infernal por culpa de los malditos caprichos del destino. Ganar al OM equivale al delirio, sensación única, diferente en cada quién. Cuando el árbitro señaló el final del España-Holanda, después del gol de Iniesta, Vicente del Bosque se acordó de todo el fútbol español, de la cantera, del cumplimiento laboral del empleado aplicado y de que después de tantos años de perseguir un sueño, España lo había conseguido. Alegría contenida. El Atlético ha paladeado la Liga Europa, el éxito, un sabor del que nadie se cansa, alcance el éxtasis, o no.
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