Opinión

Apetito

Hambre, atroz como la crecida del río; diluvio universal en diez minutos; primavera torrencial, lógica, y entre muchas, dos certezas: el Real Madrid es favorito. Al evaluar a los finalistas, la pregunta de Vicente del Bosque es un tratado de sentido común: «¿Cuántos jugadores del Liverpool podrían jugar en el Madrid?». Donde nacieron los Beatles, el fútbol de hoy no da para tanto. Incluso el banquillo blanco puede ser titular en el once de Klopp... Si fuera cuestión de apetito, de ese hambre que dicen los del Liverpool que tienen más que el Madrid, habrá que recordar que el de éste es insaciable: tres finales consecutivas, dos Champions anotadas y la toma de Kiev como otra Bastilla. No es partido para hacer prisioneros. «Qué suerte haber llegado / a tiempo para andar en este mayo / afluente de la paz o la congoja / prolegómeno tibio merecido / finales / infalibles».

Mario Benedetti, que tan buen tándem formó con Joan Manuel Serrat, no pensaba en el Madrid cuando escribió los versos del «Paraíso». Pero se adaptan: no hay mayo contemporáneo que no haya visto a este equipo rondar finales y ganarlas. Infalible. Y si el Atlético, ya habituado al cortejo de trofeos europeos –como el vecino, pero con menos suerte–, ha roto con la fatalidad, que será ruptura definitiva cuando Griezmann diga que se queda mirando a los «ojitos» de la siempre sufriente afición rojiblanca, el Madrid, en su caso, juega en otra liga, como recuerdan estas palabras de Benedetti: «Ya sos mayor de edad / tengo que despedirte / pesimismo». Con optimismo controlado, cautela y respeto, el bando madridista está tan convencido de su triunfo, aunque no lo dice, que podría ganar esta suerte de los Juegos del Hambre con la BBC o con Jennifer Lawrence.