Opinión

El cáliz

Cuatro meses antes de que Figo apareciera con cara de circunstancias asumiendo que había fichado por el Real Madrid, firmó una cláusula de penalización por 18 millones de euros. Nunca creyó que el candidato Florentino Pérez fuera a ganar las elecciones. Una semana antes del encuentro con las urnas, FP se comprometió a pagar las cuotas de los socios si Figo no terminaba de blanco. Eran unos nueve millones de euros. Atrapado entre la espada y la pared, Joan Gaspart también quiso abonar el importe de esas cuotas para evitar la catástrofe que se avecinaba. La suerte estaba echada y uno de los ídolos del Camp Nou terminó en Chamartín. Como el fútbol es una sucesión de hechos repetidos, ahora es Antoine Griezmann el de la encrucijada. Por un lado, el Barça, hoy en el papel de verdugo; por otro, el Atlético, y en el centro, el futbolista, a quien no hay que reprochar que piense que en el club azulgrana prosperará como jugador y verá colmada su plausible voluntad de mejorar deportivamente.

El Barcelona camina unos pasos por delante del Atleti, sometido a los vaivenes del mercado. Pero ha ocurrido que Miguel Ángel Gil, Simeone y los pesos pesados de la plantilla lo han apostado todo a la permanencia de Antoine. Le quieren pagar lo que cobra Cristiano (en torno a los 23 millones netos) y le garantizan un plantel capaz de afrontar cualquier reto. Se lo está pensando y no hay cláusula de penalización que le obligue a firmar con Bartomeu. Con más de seis meses de contrato en vigor y la FIFA vigilante, la opción de Griezmann no es el cáliz de Figo.