Opinión

Real Madrid-Liverpool, el oasis

La final entre el Madrid y el Liverpool ya está aquí, tan deseada que durante unas horas concentrará en España, y gran parte del extranjero, atención mayoritaria. Es un oasis. Un refugio para huir de la Gürtel, para aislarse del «prusés» y sus cruces y sus lazos y sus consecuencias, o para madurar los apoyos de la moción de censura del PSOE que amenaza con laminar a Mariano Rajoy y desmantelar al PP. Que empiece ya, para meter entre paréntesis tan negros nubarrones y para despejar las incógnitas que un partido de esta magnitud anticipa. ¿Ganará Zidane la tercera Champions consecutiva? Si Zizou no fuera ya leyenda, con esta victoria entraría en ese Olimpo con la fuerza de un huracán; aunque su temple encaja mejor con una sinfonía que con el rock and roll que personifica Jürgen Klopp, preocupado, seguramente, porque su defensa es una verbena; animado por la facilidad goleadora de Firmino, Mané y Salah, y expectante por la alineación de Zizou y el enigma de la BBC. Bale ha vuelto a rendir y a marcar golazos; no le atenaza la presión porque imagina que es moneda de cambio. Se ha liberado el galés. En el Olímpico de Kiev, él o Benzema, él o Asensio, él o Isco y hasta Lucas Vázquez entran en los planes del entrenador francés, que sueña con la victoria.

La última derrota del Madrid en una final de Copa de Europa/Champions data de 1981. Le ganó el Liverpool, precisamente, con aquel gol del lateral izquierdo Alan Kennedy, en un partido en el que otro zaguero zurdo, Camacho, fue el madridista que más veces remató a la portería inglesa. Después de aquel traspié, el madridismo hace suya esta frase: «Las finales no se juegan, se ganan». En Europa cumplen a rajatabla. Las casas de apuestas los señalan favoritos y estas empresas que no tienen otro fin que ganar dinero porfían con lo que consideran más seguro. El oasis puede ser la salvación, o la trampa, una imprevista condena.