Opinión
Rebajas
Si España llega lejos en el Mundial de Rusia, cualquier pecado que haya podido cometer Luis Manuel Rubiales en sus primeros días de reinado será venial. Las decisiones más rotundas y discutidas encontrarán una justificación, imposible en el caso de la persona afectada. Ya no parecerán tan apresuradas algunas medidas y cada paso adelante de la Selección funcionará como un quitamanchas. Pero como la pelotita no entre y se precipite el regreso, se armará la de San Quintín, sólo que en lugar de levantar un Escorial se elevará una picota.
Los pecados de vísperas serán mortales y la frustración sembrará de cizaña la Federación. No se recordará que Rubiales ahorró millón y medio en viajes a Rusia, que a las orillas del Volga no esperaba el capitán Stubing, que los diez mil euros de gasto por invitado, entre directivos, patrocinadores y familiares, se redujo al mínimo imprescindible y que las primas de los futbolistas no mermaron como consecuencia de la controvertida expedición. Si la pelotita no entra, si el camino se tuerce frente a Portugal, Irán o Marruecos al principio del campeonato, o en los comienzos de la segunda mitad, cuando la carretera se empina, el viaje concluirá de manera abrupta, habrá sido a ninguna parte; sobre el presidente novato caerán chuzos de punta y la ventanilla de reclamaciones cambiará de domicilio social: de Las Rozas al Juzgado. Con el Mundial encima y con margen de maniobra, lo drástico podía haber sido menos radical, también aplazado hasta finalizar la estancia de España en Rusia, que ojalá sea larga y fructífera.
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