Opinión

La culpa no es del chachachá

Después de todo, al fichar a Julen Lopetegui el Real Madrid ha cumplido con la sagrada obligación de colocar un entrenador en el banquillo. Elemental. Los técnicos ayudan en la formación de la plantilla, aunque su contribución en este apartado no es imprescindible; alinean con independencia de lo que opine el palco; conforman el once conscientes de que van a enfadar a más de la mitad del grupo; toman decisiones durante el partido; hacen cambios, corrigen, presionan al árbitro, animan; los técnicos que se precian estudian al rival a conciencia y preparan con minuciosidad cada encuentro. Luego los técnicos son necesarios; aunque algún presidente lo dude.

El Madrid ha fichado uno porque la plaza estaba vacante y ya lo ha presentado. Entonces, ¿dónde está el problema? No debería serlo que el elegido fuera el seleccionador: oferta y demanda. Para eso están las cláusulas, que se va a ahorrar porque el presidente de la Real Federación Española de Fútbol despidió al entrenador, luego la compensación ya no es necesaria. En cambio, es posible que tenga que indemnizar a Lopetegui, a su ayudante y al preparador físico por despedirles. Es lo que ha ocurrido. ¿Qué donde está el problema? En que lo ha fichado sin negociar con el «propietario» –la Federación, que llegó a un acuerdo con el seleccionador en el mes de enero, no en mayo–, sin advertir del interés por contratarlo, por soltar la bomba tres días antes del primer partido del Mundial y cinco minutos después de comunicárselo a Rubiales, a quien coger el canasto de las chufas y echar al técnico le cuesta menos que a Florentino Pérez convencer a Lopetegui. La Roja, desarbolada y la culpa no es del chachachá.

El Madrid es un caramelo; pero la Selección es la Selección. Y en vísperas de un Mundial hay cosas que no deben trascender. Por decoro y pulcritud. Por las formas. Julen había preparado el campeonato con esmero y un trabajo minucioso. Eligió a los rivales para los ensayos o porque serían de un corte similar a los que se iba a encontrar en la primera fase o porque chocaría con ellos en la siguiente. Horas y horas de estudio, de análisis, de adversarios diseccionados, de futbolistas y sistemas destripados. Todo previsto para superar imponderables, contratiempos y adversidades de todo tipo. Todo, a la mierda. Luis Rubiales evitó poner el acento en el egoísmo del Madrid, en la mala faena, y se deshizo de un entrenador que «ha sido un profesional impecable». ¿Entonces? «Pero las formas son importantes». Ah.

España debuta esta noche contra Portugal en Sochi con Fernando Hierro, el héroe de Krasnodar –pudo irse hace quince días y aguantó para no enturbiar la paz antes del Mundial–, en el banquillo. Atrapado a lazo y en el laberinto. Él no dispone de los informes elaborados por Lopetegui y su equipo de colaboradores; él no ha podido hacer el trabajo de campo durante estos dos años; él, voluntariamente, se ha situado a la puerta del matadero. El tanatorio del que hablaba Sergio Ramos. Todo sea por España, esta España que parece no tener remedio.