Opinión
La naturalización
Yo hay muchas cosas que perdono. Bueno, quizá no tantas. Alguna perdono. Lo que no perdono es que se falte a mis amigos. Mis amigos (a veces coincidía) en que eran personas a las que admiraba. Ahora no me permito tener amigos a los que no admiro. Uno de ellos (de esos a los que no ves mucho pero que sabes que existe un vínculo eterno) se llama Vicente Vallés. Sabemos que, cualquier cosa que necesitáramos, ahí estaríamos. Nos vimos alguna vez al final de un vomitorio del Calderón y eso une a dos personas de corazón rojiblanco más que una tía común. Pero es que, además, Vallés me parece de esos periodistas que son intachables: critican al que está en el poder porque esa es la esencia de esta profesión. Señalar al político que se equivoca y hacerlo con argumentos. Vicente ya criticó en su día al Gobierno del PP y nunca jamás tuvo que escuchar en la rueda de prensa posterior a un Consejo de Ministros su nombre. Y mira que dijo cosas de Rajoy y del que se equivocase en cada tiempo. Pero esta vez se han cruzado todos los límites. No solamente ha sido colocado en la diana de las redes sociales, sino que un portavoz parlamentario de un partido que está en el Gobierno, ha citado su nombre para ponerlo a los pies de los caballos. Echenique y su peculiar manera de entender la democracia. Es que el propio Pablo Iglesias, Vicepresidente del Gobierno de España, en Moncloa, mientras trataba de justificar la «naturalización del insulto» recordó que se le llamaba «cloaquín». Con la excusa de censurarle, se acordó de una mofa y de alguna comparación que no se merece. Miren, aficionados: menos mal que aún existen Ministras como Margarita Robles que les mantienen a Vds la decencia. Ya sabemos cómo entienden Vds el juego de la democracia. Y, siendo progresista, me dan tanto miedo que espero que no se crean «la sociedad civil» y no acaben quitándonos derechos en su nombre. Basta, que se les ve el pelaje.
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