Opinión

Arruinarse en pro de la mujer

Hace unos años, un conocido, harto de sufrir la imposibilidad de prosperar en España y la perspectiva de que le cayera encima algún propio de la Agencia tributaria para cobrar su bonus, decidió emigrar. En el nuevo país, logró avanzar en su profesión y, muy pronto, se encontró escalando posiciones ligadas al progreso económico. Con una parte del corazón todavía en España, decidió un buen día poner a disposición de su tierra natal unos avances que significaban un salto colosal para el sector al que se dedicaba profesionalmente. Muy pronto, hubo varias personas dedicadas a esa área económica que se sumaron y le propusieron presentar su sistema a unas licitaciones públicas en España. Olvidando el pasado y cargado de ilusión, pensando en ayudar a su nación de origen en un momento de dificultad y con un proyecto verdaderamente extraordinario, mi conocido se dejó convencer y presentó toda la documentación requerida a un concurso público. Hace apenas unos días ha sabido que el proyecto había sido rechazado. Naturalmente, esa eventualidad le puede acontecer a cualquiera, pero son las razones las que le han arrancado lágrimas literales. En todos los aspectos técnicos, el proyecto obtuvo la máxima calificación. Era lo mejor de lo mejor y muy superior a todas las otras opciones. Sin embargo, en las áreas de aplicación del proyecto a la mujer y a las minorías sexuales y étnicas, obtuvo sendos ceros con lo que su puntuación cayó, el plan fue rechazado y –¡ojo al dato que decía aquel! – finalmente la licitación se la ha llevado un constructo que puede ser auténtica y pura caca de la vaca, pero que, eso sí, se ha molestado en plegarse a la ideología de género con el mismo fervor con que la generación de mi abuela se ponía medias y manguitos para entrar en la iglesia. Desde luego, si ocasionalmente sospecho que la estupidez generada por la ideología de género va a tener un final antes de que acabe la jornada, me percato de que no es así. ¿Se imaginan ustedes que dejáramos la luz eléctrica e favor del candil porque no se ha estudiado su impacto negativo en las mujeres? ¿Deberíamos abandonar el teléfono por el tam tam porque hay gays ofendidos? No se rían. Disparates semejantes ya se perpetran en España donde el estado ha decidido arruinarse y arruinarnos, supuestamente, en pro de la mujer.