Opinión
La regla
Hay dos marcas de apósitos femeninos que me tienen absolutamente sorprendida. Una de ellas, que anuncia compresas de esas finísimas y que casi dan ganas de tener la regla todo el año, ha vuelto a recuperar mensajes que creíamos olvidados. Si quieres chocolate es que la tienes, si lloras mucho es que te ha bajado o está a punto, si estás guerrera es que estás en esos días. Es verdad que el lema final de su publicidad es que las emociones de una mujer la hacen fuerte, pero deberíamos evitar esos estereotipos de una vez y por todas. No me sirven ni para darle la vuelta a la tortilla. Me parece bastante antiguo desenterrar las leyendas negras que nos han perseguido a las tías aunque sea para ponerlas en valor, que dirían los modernos. El que todavía no entienda que es una cuestión hormonal, que no la elegimos, que no depende de nuestro carácter, ni de nuestra mala hostia, está llegando tarde a entender a las mujeres y está animándonos cuando no lo deberíamos necesitar. Ya no, amigas, ya no. A estas alturas de la película una compresa sirve para lo que sirve. Punto. No traspasa, no cala. Hasta ahí. Ni la regla es una bendición ni es un estigma, es algo que sucede y que permite a las mujeres controlar su calendario. Cuando se va vienen los efectos secundarios y cuando viene pues también. Tan sencillo como eso. Ahora, que además se nos tenga que enseñar a ponernos un tampón, es ya lo máximo. Supongo que creen que es un hábito nuevo, o que no tenemos la suficiente madurez para leer unas instrucciones, o que es una moda reciente. Siento decirles que es más antiguo que yo, y ya es decir. Oigan: dejen de tratarnos como a seres humanos tutelados. Dejen de protegernos, de considerarnos vulnerables, de explicarnos el mecanismo de una tiza. Pero no me lo tomen en cuenta que estoy menopáusica y yo ya solo puedo opinar de pérdidas de orina, ¿no?
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