Opinión

La juventú

Nos dicen que no, que no hay que demonizar a la juventud. Es cargarles con una responsabilidad que no les corresponde. Hay adolescentes muy conscientes y muy sensatos y es muy injusto que les caiga el marrón de estar detrás de los rebrotes. Yo tengo el ejemplo de mis hijos, que son buenísimos, que es lo mismo que pensaba de mí mi madre, aunque yo era para echarme de casa. Ya sabemos que algunos presidentes de comunidades autónomas prefieren pasar la cuenta de los rebrotes a los inmigrantes. Concretamente el de Murcia, Fernando López Miras, que acusa a unos pobres bolivianos que llegaron en un avión a partirse el lomo recogiendo verdura de que su región haya dado dos o quince pasos atrás o a una patera. Debe de ser que en Murcia no se sale, como pude comprobar cuando viví allí. Siempre es mejor que sean los extranjeros los culpables. Los pobres, eso sí, porque a los ricos los echamos muchísimo de menos y, ojo, que estamos dando saltitos al fondo para que nos vean y nos perdonen y vengan y se pongan de color púrpura. Qué malos son los inmigrantes y qué buenos son los turistas, que esto es como Manolo la Nuit. Miren, yo todas las noches, todas, oigo reuniones de jóvenes en el parque que hay enfrente de mi casa. Oigo gritos, música, escucho gente que me parece que es más de la aconsejable y, algunas mañanas, cuando salgo a sacar al perro, me esperan los restos de esos mismos jóvenes sin mascarilla, sin distancia y casi sin poder articular palabra. Que eso no quita que haya contagios en un entierro, en un encuentro familiar o que entren viajeros por Barajas sin control, pero restarle responsabilidad a esa vida naif que hacen una buena parte de nuestros jóvenes es pegarnos un tiro en el pie. Allá esos papás que, cuando sus hijos regresan a las cuatro de la mañana, creen que vienen de un centro cultural.