Opinión

Un hombre sabio y pobre

El libro de Eclesiastés –Qohelet en hebreo – es uno de los más notables de la Biblia e incluso de la literatura universal. El socialista François Mitterrand, sabedor de que su muerte estaba a la vuelta de la esquina, dedicó buena parte de su tiempo restante a releerlo intentando hallar un sentido a su vida. El autor – seguramente Salomón – se detiene en la infinidad de razones por las que la existencia aparece vacía aunque, al final, explique que puede conocerse un sentido que va más allá del tiempo transcurrido debajo del sol. En su capítulo noveno, Qohelet relata la historia de una sociedad en crisis. Esa sociedad hubiera podido sortear todas las dificultades sólo con que hubiera recordado que en su seno había un hombre pobre y sabio que la ha habría salvado con que sólo le hubieran dado la oportunidad. Sin embargo, aquella ciudad no se acordó del hombre sabio y pobre y acabó pereciendo. Releyendo Qohelet – fue el primer libro que traduje del hebreo hace ya décadas – no he podido dejar de pensar en España. Que su situación es alarmante desde muchos puntos de vista no parece que pueda discutirse. Presumiblemente, esa misma España cuenta con hijos sabios – y presumiblemente pobres – que podrían arrancarla del desastre actual salvándola. Sin embargo, nadie se acordará de ellos. Después de saber que el comité de expertos anunciado por el Gobierno jamás existió, todo ha quedado descarnadamente en manos de unos políticos más interesados en su pertenencia que el bien común, de unos financieros más preocupados por lo que recibirán a la sombra del poder que por cómo ayudar a la sociedad a ponerse sobre sus pies, de unas cabezas supuestamente pensantes que discurren sobre todo en cómo no perder lo que tienen cueste lo que cueste, de unos guías espirituales que parecen más desnortados que nunca y que recuerdan a los ciegos guías de ciegos a los que se refirió Jesús y de unas masas inmensas de paniaguados y parásitos que lo mismo pueden caer sobre un pobre hombre enfermo de coronavirus para sacarle hasta la hijuela que encaramarse a un pesebre nacido de la criminal ideología de género. Con seguridad, esos españoles pobres y sabios existen en algún lugar de España o de esa inmigración que desde Rajoy ha catapultado al exterior a más de tres millones. Sin embargo, olvidados, nunca salvarán a España.