Opinión

Bautismo de expertos

Al experto, como al niño, hay que ponerle un nombre. El Consejo de Transparencia y Buen Gobierno que de alguna manera ha de llamarse, ha ordenado bautizar a las voces expertas que hablaban a Sánchez durante la desescalada. El nombre de las cosas es crucial para las cosas mismas pues en cada nombre anida una voluntad. El nombre es algo que a uno le ponen. Borges se llamaba Jorge Francisco Isidoro, pero hasta bien crecido creyó que se llamaba Jorge Luis. Rafael Alberti le llamó de Cádiz a todo lo luminoso, a todo lo dichoso que aconteciera. Me contó su viuda María Asunción Mateo que el poeta dedicó una tarde tumbado en la hamaca de la piscina de un hotel de México a pronunciar la palabra «alcauciles».
Moncloa es un enorme diccionario con jardín japonés y cuadros de Carmen Laffón. El sanchismo, al nombrar las cosas, las crea. En su primer discurso de la pandemia cuando mi Españita estaba en aquella disnea de hacerse un respirador con las gafas de bucear, Sánchez habló de los científicos a los que obedecía. El presidente dibujó un ente distinto a su Gobierno, lo dotó de una autoridad de conocimiento en cuanto sabía cosas que él desconocía, de una autoridad moral en cuanto se regían por los principios de la ciencia desprovistos del interés electoralista y, por encima de todas las cosas, los dotó de una responsabilidad donde descargar el altísimo precio de las decisiones que se venían. En adelante, todo sería culpa de los científicos, unos tipos que decidían salomónicamente lo mejor para terminar con la pandemia, como si fueran una voz externa a la que había que seguir a ciegas. Porque el Gobierno tenía economistas, pero al parecer no tenía científicos, por eso preguntaba a la ciencia que era Fernando Simón –su almendrita, su moto y su jersey– y la ciencia mandaba esto y lo otro de manera inapelable ¿Quiénes éramos los españoles para contradecir el mandato de la ciencia? Cuando los epidemiólogos decían una cosa en Madrid y otra en Estocolmo, a la ciencia de Sánchez se le empezó a ver el cartón. Ahora, también se le va a ver el nombre.