Defensa

Rumbo seguro

La verdadera clave de bóveda: identificarse con la sociedad, pidiendo a cambio un retorno en capital humano, en vocaciones

Siempre es interesante seguir la senda de los proyectos de nuestras instituciones, verificar su rumbo, ver cómo sortean con pulso firme, vientos y corrientes desfavorables (1).

Me detengo en la visión de nuestro Ejército plasmada por su Jefe de Estado Mayor, General Varela, a modo de «propósito» (2). No hace falta recordar lo que representó el anterior 2020, para el Ejército, las Fuerzas Armadas y las FCSE y en general para toda España, cuando resume el JEME: «Fuimos capaces de poner a disposición de las autoridades civiles el 100% de nuestras capacidades, así como sostenerlas durante 98 días».

Lo reitera, ratificando tres objetivos:

-estar más y mejor preparados para afrontar la crisis.

-garantizar las condiciones mínimas de vida y trabajo de nuestras unidades.

-preservar las capacidades operativas esenciales, el liderazgo y la formación en valores.

Garantizadas las dos primeras, sin mella en el cumplimiento de las misiones internacionales comprometidas por España, acomodadas a restricciones sanitarias impuestas por los diferentes países, me detendré en el último de estos objetivos.

«Estamos consolidando nuestro modelo de liderazgo sustentado en nuestros valores y basado en el ejemplo. Así, nuestros hombres y mujeres se han ganado los corazones y las mentes de nuestros conciudadanos gracias al empeño, la ilusión, disponibilidad y compromiso que nos caracteriza». Pero, pide más: «debemos acercarnos más a la sociedad a la que servimos, que se nos identifique con la colectividad a la que pertenecemos y de la que nos nutrimos, para preservar y forjar nuestro centro de gravedad: el capital humano».

Esta frase constituye en mi opinión, la verdadera clave de bóveda: identificarse con la sociedad, pidiendo a cambio un retorno en capital humano, en vocaciones. Porque el día en que las Fuerzas Armadas pierdan su carácter vocacional, habrán perdido su esencia; todo lo relatado anteriormente quedará hueco y sin sentido. Y unos soldados que ayer desinfectaban con riesgo y sin horarios residencias de ancianos, podrían llegar a decir: «He cumplido mis 36 horas semanales; que les den».

De ahí, que para asegurar esta nutriente vocacional, sea indispensable asegurar presencias y testimonios. Como «lluvia fina» debemos estar presentes en conmemoraciones, homenajes históricos, juras de Bandera, museos, ateneos, academias y ferias, en las que se resalte junto a nuestra especial liturgia y seriedad, el espíritu de servicio, el sacrificio, la cultura del esfuerzo, la actitud por encima incluso de la aptitud.

El Ministerio realiza un gran esfuerzo por extender esta «cultura de defensa» en ámbitos alejados de las ciudades con presencia militar, mediante exposiciones temporales con temas tan diversos como la Cría Caballar o el trabajo de nuestros militares en la Antártida o con magníficas publicaciones. Significativas las ofertas de los Institutos de Historia y Cultura Militar, Naval y Aéreo, de sus Museos y las iniciativas de las antiguas Capitanías por realzar temas históricos ligados a ellas.

Pero queda mucho por hacer, porque parte de nuestra sociedad, pretende darle la espalda a todo lo que se relacione con instituciones del Estado, todo lo que se refiera a España. Perdidos en laberintos del pasado más que en proyectos de futuro, necesitados de fijar a un enemigo, no solo quieren expulsarnos del País Vasco y de Cataluña, sino que esta llama antiespañola se va extendiendo a otras regiones como Valencia o Baleares. Arañan poco a poco; socavan. No duden que los que nos echan de Loyola y ahora se hacen cargo de Prisiones, ya deben estar planificando cómo chantajear a un próximo Gobierno de nuevo cuño, visto lo visto en Madrid. Ya lo hicieron antes. Y ya saben cómo para poder participar en una feria sobre la Juventud en Cataluña se ha tenido que recurrir a los tribunales.

Y no rehúyo el tratar sobre una de las críticas que el modelo vocacional entraña. Al igual que otros colectivos –médicos, sacerdotes– los militares se sienten comprometidos con su vocación, incluso después de su servicio activo. Y en momentos determinados pueden expresar individual o colectivamente sus preocupaciones. Pasó hace unos meses en España y acaba de reproducirse con otros caracteres en Francia. Si no se amenaza, si no se dicen tonterías como un imbécil «tuitero», si solo se expone una preocupación, deberíamos darle su justa y equilibrada importancia. Recientemente 2.500 jueces españoles han acudido a Europa con sus reivindicaciones. Y le hemos dado la valoración justa, sin aspavientos, cuando en mi opinión lo que expresaban era tanto o más preocupante que lo de los militares retirados.

Visto lo visto en nuestra vida política, constatar que una Institución como el Ejército habla de servicio a su sociedad, de cultura del esfuerzo, de liderazgo apoyado en el ejemplo, no deja de ser reconfortante como valor seguro. Rumbo claro como dice el JEME: «Por y para España».

(1) «Sin saber del viento y las corrientes, sin un propósito, las sociedades no se mantienen a flote largo tiempo, limitándose a achicar agua». Richard Titmuss (1907-1973)

(2) Revista Ejército. Enero/febrero 2021.