Pedro Sánchez

No insistan, por favor

En ocasiones desistir resulta más conveniente que insistir

Recomendaba con sorna el dramaturgo Guillem de Castro en el siglo XVII, a propósito del empecinamiento, que «esta opinión es honrada; procure siempre acertalla el honrado y principal; pero si la acierta mal, defendella y no enmendalla». La expresión derivó hacia otra muy similar, sostenella y no enmendalla, de igual significado: la actitud obcecada de mantenerse en el error, sabiendo que lo es, por no ceder ante la evidencia de que, parafraseando a Castro, «se acertó mal».

Que la gestión del Gobierno para buscar un acercamiento de Pedro Sánchez a Joe Biden «se acertó mal» solo se puede negar desde la cerrazón. Que el presidente, contra toda evidencia, relatara después las muchas y complejas materias sobre las que versó su charla de cincuenta segundos con el presidente de Estados Unidos es un claro ejemplo de la voluntad de sostenella. Y que ayer, veinticuatro horas después y cuando incluso los medios más complacientes con los logros de La Moncloa calificaron el breve evento como un fiasco, la ministra de Asuntos Exteriores insistiera en que se habló de todo eso y más, supone entrar en el territorio poco recomendable del no enmendalla.

No es nuevo en política que se nos pretenda hacer ver como negro aquello que es blanco y que todo el mundo ve que es de un blanco inmaculado. Tampoco es nuevo que surja una bandada de hooligans que, como si se tratara de una revelación religiosa, dejen de ver blanco lo blanco, para descubrir que gracias a su líder ahora lo ven negro, y se preguntan cómo pudieron estar tan equivocados durante tanto tiempo.

También ha mostrado tendencia al daltonismo –dificultad para distinguir los colores– la presidenta de la Comunidad de Madrid, en su porfía por juntar al Rey y a los indultos en una misma frase. Lo hizo el domingo en la manifestación de Colón. Pareció enmendalla el lunes, en algo similar a una matización. Pero optó por sostenella el martes negando que tal matiz se hubiera producido.

En ocasiones desistir resulta más conveniente que insistir. Pero, como dice una canción de Elton John, perdón parece ser la palabra más difícil.