Camino de Santiago
El camino
Tiempo, encuentros, esfuerzo, reflexión. El camino es la vida
El propósito es lo que importa, he descubierto el camino de Santiago como algo más que deporte. La mañana me recibe con un frescor inusitado, bebo el campo con fruición, como en la primera jornada del mundo. La etapa discurre rápido, pero el sol me sorprende cansada a mediodía, incapaz de afrontar los quince kilómetros restantes. Justo ahí empieza el misterioso mecanismo, pego hebra con una chica de Teruel y, anda que te anda, diez kilómetros se pasan en un suspiro. No nos conocíamos y nos hemos relatado las penas, los sinsabores, cosas tan íntimas. No es una chica alegre y lleva una camiseta con el lema del diablo, «Non serviam», pero es experta en dolores y percibe nítidamente lo que sucede: «Aquí todo el mundo busca algo. Una meta deportiva, amistades, una promesa, tal vez por eso nos entendemos». En el camino, la gente se une o separa con plena libertad, hay una honestidad en el andar. Cuando llegamos a Viana nos despedimos, tal vez no volvamos a vernos. Tengo dolores por un esguince y descanso en la hierba, con un descaro imperturbable ante los transeúntes que observan a la señora derrengada junto a la fuente. Los sufrimientos fuerzan a superar el pudor.
La última etapa es en solitario, con un contento íntimo cada vez que nos saludamos unos a otros: «Buen camino». Estadounidenses, canadienses, mejicanos, escandinavos, aquí se practican idiomas. En el poyo de una iglesita románica coincido con un joven ruso que ahora vive en Miami y que se se casa en seis meses con su compañera norteamericana. Él es ortodoxo, ella, baptista, acuden a misa con devoción. Las trenzas negras de la chica, que tiene la piel muy blanca, son tan gruesas como mi muñeca. Una mira los templos con una curiosidad distinta, funcional. El paso a ras de suelo y a ritmo de pisada permite entender los relieves y reírse con las gárgolas y apreciar los adornos. También agradecer la situación de los edificios, que conducen a los centros de los pueblos y enseñan el paisaje desde los oteros. Tiempo, encuentros, esfuerzo, reflexión. El camino es la vida.
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