Antorchas y capirotes

Notas del 8 de septiembre de 1960 en Tylerton, Missisipi. Es mañana, la niña Rudy Bridges es la primera afroamericana en ingresar en una escuela de blancos. A la puerta del William Franz Elementary han organizado protestas los partidarios de la segregación. La pequeña entra en la escuela con su pequeña cartera en la mano y rodeada de policías federales. Tiene seis años. Ha nacido en 1954, el mismo año en que entra en vigor la ley que prohíbe segregar en la enseñanza, pero hasta ahora nadie la ha hecho cumplir. Años después, recordaría la gente corriendo a su lado, las manifestaciones, los gritos y las caras pegadas a las ventanas para mirarla como se mira un animal en un zoo. Dentro del edificio le espera su maestra. “Es blanca”, se dice sorprendida Rudy al verla. A la docente la han tenido que traer de Boston porque los demás profesores se niegan a enseñarle. Durante un curso, Rudy da clase sola. “Esa niña trae problemas a la escuela”, dicen.

Por lo que sea, sesenta y un años después me he acordado de Rudy, hoy que en el colegio Turó del Drac de Canet de Mar señalan a un niño porque sus padres han pedido que reciba un cuarto de las horas en castellano como manda la Ley. El colegio ha comunicado a los demás padres que el aumento de horas en castellano se debía a que lo había pedido la familia de un niño, un niño de ese colegio, de la clase P5A concretamente, dicho esto “sin señalar”, un niño castellanoparlante, quizás orejón o botifler, bestia con forma humana, que dijo Quim Torra. La suite ya la conocemos: racismo, discriminación, señalamiento, acoso, banderas, antorchas y capirotes y toda la habitual ceguera.

Igual es que las injusticias se terminan de entender bien cuando toman la forma de un niño, cuando toda la problemática cristaliza alrededor de un niño, digo, que siempre puede ser el nuestro: niño del establo en Belén, niño de fondo de patera Lampedusa, niño de pijama de rayas, niña negra de colegio en Misisipi.

Niño español de Canet de Mar. El mismo día en que montan manifestaciones en su contra, aparecen pintadas y piden apedrear la casa del chaval, en el colegio han organizado un taller contra el acoso escolar. También hay discurso del conseller: “No hay un problema lingüístico en las escuelas catalanas”. Le faltó decir que no había problema hasta que apareció el niño.