Pedro Sánchez
Nadie se baña dos veces en el mismo Sánchez
Notas del 14 de diciembre, primavera a las puertas de Navidad. En Doña Manolita han vendido todos los décimos ocho días antes del Sorteo de Navidad. Se ha roto el stock de esperanza y semiconductores. Ya andan merodeando los matemáticos de la desilusión, los aguafiestas, los cenizos y los gafes, pero aquí estamos, comprando lotería al sol de la mañana del fin del mundo. De otro fin del mundo.
El destino es generoso en caraduras, pandemias y riadas. Al presidente del Gobierno le han regalado en Aragón unas botas para mancharse de barro, como si les pareciera poco barro. Los gobernantes siempre pringan en las catástrofes y no tienen manera de acertar: si visitan a los afectados, les acusan de montar el número ante la prensa y, si no van, de desatender al ciudadano.
Apunto en mi cuaderno cosas de los ríos, que es un género menor de agua, tan lejos de la épica heroica y lejana de los océanos. Río: corriente natural, mayor que el arroyo, menor que el océano, líneas azules en los mapas, bolsa de plástico enganchada las ramas de la ribera, plantas de papiro a la orilla del Nili, cenizas de muertos del Ganges, sopa de almas, la luna reflejada en el Amazonas, pasa entre juncos la enorme boa, que rima con canoa. Capazo de Moisés, piragüistas, insectos zancudos, cocodrilos y el bateau mouche, tan libélula gigante. Delta del Ebro y del Okavango, trucha debajo de la piedra, remanso, catarata y garaje inundado, picnic en la orilla, molino, pozo y remolino. Hay crecida del caudal del río, siempre cambiante, traicionero, sanchista y refranero. “Río y camino, mal vecino”, se dice con verdad, o este otro que se ha hecho tan cierto: “Ega, Arga y Aragón hacen al Ebro varón”. En su ‘Heráclito’, Borges escribió que el pensador de Éfeso no tenía “ni ayer ni ahora”. Según las crónicas, nadie se baña dos veces en el mismo Sánchez.
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