Energía nuclear

Verde, bonito y barato

Eso de sacar el refresco a baja temperatura de la nevera, sencillamente no sale gratis

Al menos de momento España ha dicho que «no» al plan de Bruselas para incluir el gas y la nuclear como energías verdes, es lo que tiene la carrera dentro del gobierno de coalición por hacerse con según qué banderas de la izquierda, claro está sin reparar en los costes. Por obra y gracia del todavía imparable precio de la luz, hemos ido conociendo durante este ya pasado año, datos poco tranquilizadores del IPC, que por primera vez en tres décadas sitúan el aumento en los precios en impensables porcentajes como el que, así de «saque» disparará considerablemente este año el gasto de las pensiones. El momento se ofrece como especialmente oportuno para detenerse en el eterno debate donde pedalea como un hámster en su rueda una buena parte de la sociedad española, esa misma que se planta igualmente digna enarbolando la bandera de las energías verdes y a la vez clama contra los contubernios de capitalismo librecambista como gran responsable del descontrol de precios, sin reparar en que en este mundo que nos toca vivir y todavía a unos años o décadas vista de la suficiencia tecnológica vía renovables, eso de sacar el refresco a baja temperatura de la nevera, sencillamente no sale gratis. Resulta especialmente indicativo algún sondeo en el que la misma persona encuestada manifestándose abiertamente en favor de lo «verde» a discreción prorrumpe a continuación con un «repítamelo usted otra vez» ante el recordatorio de que eso supone rascarse considerablemente más el bolsillo en el recibo de la luz.

Si allá por el año 94 el ya muy renqueante gobierno de Felipe González acosado por la corrupción, los Gal y la crisis económica hubiera optado por dejar la decisión de la moratoria nuclear a un posterior ejecutivo nacido de las urnas, probablemente nuestro país estaría comprando bastante menos cantidad de gas a otras naciones y consiguientemente la escalada del recibo de la luz habría sido más llevadera, pero veintisiete años después, ya con unas tecnologías que ofrecen más garantías en la seguridad nuclear, todavía nos jactamos de mantener el plan de cierre escalonado de las centrales aún en pie, pese a una reactivación de esta energía en eso que llamamos «Europa de nuestro entorno», que en casos como el de la vecina Francia pretende acompasar de manera realista la garantía del aprovisionamiento energético y el camino hacia la neutralidad sin emisiones de carbono en 2050 o lo que es igual, la demostración de que nucleares seguras no están reñidas con el desarrollo de la renovables. Pero aquí nos encanta la margarita entre los labios... barata, claro.