Opinión

La transición del PP

El futuro hacia la centralidad debe ser modélico y unitario

El líder del Partido Popular, Pablo Casado en su ultima comparecencia en el Congreso de los Diputados como presidente del PP y líder de la oposición
El líder del Partido Popular, Pablo Casado en su ultima comparecencia en el Congreso de los Diputados como presidente del PP y líder de la oposiciónAlberto R. RoldánLa Razón

A Pablo Casado le han hecho una moción de censura aquellos que ungió y promocionó. Los que un día le aplaudían ensimismados, a la semana siguiente le señalaban la puerta de salida. Elegido democráticamente por la militancia, es expulsado de la presidencia por una guerra absurda con el único barón (baronesa) que puso él mismo, ya que el resto le venían dados. Promocionó a Isabel Díaz Ayuso, cuando nadie creía en ella. Nadie.

A Pablo le llegó demasiado pronto la presidencia del PP. Cuando se convocaron las primarias, tras la moción de censura que expulsó a Rajoy, se presentó a las primarias sin demasiada esperanza de ganar la batalla entre Soraya y Cospedal. Pero los azares de la política le llevaron al liderazgo del principal partido de la oposición, al que sacaron del Gobierno una extraña coalición de comunistas y separatistas, sin que Pedro Sánchez, mostrara el más mínimo atisbo de sonrojo ante tales compañeros de viaje. Pablo asumió el control y, como no es cuestión de hacer análisis ventajistas ni leña del árbol caído, estableció un rumbo y unas maneras bastante alejadas del escenario circense en que ha devenido la política española.

Renovación total de caras y la búsqueda del camino al centro, abriendo el campo de juego, plantándose ante VOX, al tiempo que absorbía a los votantes de Ciudadanos, al que el propio Rivera había sazonado previamente para su deglución política. Y Pablo, lejos del esperpento político, con el tono y el perfil de persona seria, responsable y consciente del reto, que es lo que es y ha sido siempre, consolidó un proyecto político que heredó roto. Casado ha preferido siempre ser aburrido pero sólido y fiable, antes que montar números y acaparar titulares por hacer de la política el sainete que a veces es, muy eficaz en twitter, pero muy poco útil al ciudadano. Se equivocó y mucho, especialmente en delegar funciones y en el enfrentamiento inútil y estéril con la líder de Madrid. Pero también tuvo que atravesar el desierto y levantar un partido hecho trizas tras la moción de censura.

Pablo habría sido un buen presidente del Gobierno, tenía claro lo que quería para España. Merece una salida honrosa de Génova, la sede que no ha logrado vender. La merece y de la mano de Feijoo hacer la transición interna para que el PP vuelva a ser la ilusión y la expectativa de futuro de millones de ciudadanos. El presidente de Galicia, es solvente, serio, implacable, con mucha experiencia y una vis política como pocas. Hombre de estado, de peso y con predicamento, bregado en mil batallas internas y externas, el barón del PP por excelencia al que todos se encomiendan. Y con un equipo de categoría. Su llegada inquieta en Moncloa y en Vox, pero tiene por delante una ardua tarea para establecer las bases de una alternativa creíble y cerrar las heridas de un partido roto.

Pablo Casado puede haber hecho cosas mal, pero no ha hecho nada malo. Feijoó ha hecho muchas cosas y todas buenas, y tampoco ha hecho nada malo, por mucho que intenten manchar su buen nombre con fotos sacadas de contexto.

La transición hacia la centralidad de Partido Popular debe ser modélica, unitaria y con ilusión, con la perspectiva de ocupar el centro amplio, sin complejos y dejando claro que ni VOX representa la garantía de la unidad de España ni el PSOE es la moderación. Y Feijoó es la mejor elección.

Y déjenme confesar un dato. Cuando peor estaban las cosas en Catalunya, y el que suscribe este artículo (con 30 años de militancia en el PP, del que me dí de baja hace 2 años) presidia la principal entidad constitucionalista ,”Societat Civil Catalana”, Pablo Casado -y Cayetana Álvarez de Toledo-, fueron de las pocas personas que trabajaron en silencio para movilizar la Catalunya adormecida por la bestia supremacista, mientras otros, hoy muy patriotas, miraban hacia otro lado. Ahora que sus compañeros de partido han huido de Pablo Casado, yo quiero estar más cerca que nunca de él. Gracias Pablo, un beso a Isabel.