El desafío independentista

El corte de mangas independentista

«Salvador Illa ha pasado de ser el último tarralledista y ministro de España a palmero parlamentario de Aragonès»

He de reconocer que no me sorprende que los independentistas se rían de los jueces y le hagan un sonoro corte de mangas al ordenamiento constitucional. No van a cumplir la sentencia del 25 por ciento del castellano. Es una reacción que se corresponde con la debilidad del Gobierno socialista comunista. La huelen, como buenos depredadores, y actúan en consecuencia. ERC y JxCat solo entienden la firmeza, porque cualquier otra actuación solo sirve para reafirmarles en su objetivo prioritario de destruir España y lograr la independencia. Tras la sentencia del Supremo saben que no pueden ganar en un choque directo, aunque cuentan con el firme apoyo de los socios del PSOE para seguir con su estrategia. Podemos es un firme aliado y lo demuestra siguiendo las instrucciones de Iglesias, que está al servicio de los empresarios independentistas que le pagan y financian su fracasado capricho de telepredicador radiofónico. Por tanto, el gobierno catalán sabe que nada tiene que temer. Con una desfachatez ilimitada seguirá incumpliendo las sentencias ante la inquietante indiferencia de La Moncloa que no quiere problemas con las formaciones que garantizan su estabilidad parlamentaria.

Los independentistas se burlan, pero lo hacen a carcajadas para que quede claro que no somos capaces de lograr que se cumplan las sentencias. A esto hay que añadir que cuentan con el apoyo del socialismo catalán que tiene el complejo del inmigrante. Sus dirigentes, como sucedía en tiempo de Pujol, necesitan que les consideren unos buenos catalanes. Es cierto que antaño fue el primer partido de Cataluña, pero ahora es solo una marioneta al servicio de los deseos de los independentistas. Salvador Illa ha pasado de ser el «último tarradellista», como me decía una buena amiga socialista, y ministro del reino de España a convertirse en el palmero parlamentario de Pere Aragonès. No importa que tenga apellidos catalanes y que intente hacer méritos como monaguillo, porque nunca le considerarán uno de los suyos. Nunca será un buen catalán, salvo que abrace el independentismo como el fanático y mediocre Ernest Maragall, cuyos únicos méritos se reducen a ser el nieto del poeta y el hermano de Pasqual. Al final no sucederá nada con la sentencia del 25 por ciento por culpa de la inacción del Gobierno y la impunidad, desfachatez y arrogancia con que actúa la Generalitat.